Analistas 17/04/2025

La IA en el colegio

Javier Villamizar
Managing Director

La irrupción de la inteligencia artificial, IA, en el ámbito escolar ha desencadenado un debate profundo y multifacético que abarca desde el entusiasmo por sus posibilidades hasta la preocupación por sus implicaciones éticas y pedagógicas. Así como en su momento se debatió la inclusión de la calculadora, las hojas de cálculo o motores de búsqueda como Google en el aula, la IA enfrenta hoy el reto de integrarse en los procesos educativos con un enfoque crítico, responsable y orientado al desarrollo de competencias del siglo XXI.

Desde la perspectiva del alumnado, la IA representa una ventana al futuro. Los estudiantes de hoy, tienen una gran familiaridad con herramientas digitales y una disposición intuitiva para explorar tecnologías emergentes. Aplicaciones de IA generativa como ChatGPT, asistentes virtuales especializados o plataformas de tutoría automatizada ya son utilizadas por estudiantes para redactar ensayos, resolver problemas, aprender idiomas o preparar exámenes estandarizados. Esta tendencia no obedece únicamente al deseo de reducir esfuerzo, sino a una búsqueda legítima de eficiencia y personalización del aprendizaje. En un entorno donde la inmediatez y la retroalimentación continua son la norma, los estudiantes ven en la IA una extensión natural de su ecosistema digital.

La integración de estas herramientas genera inquietud en muchos padres empezando por el temor a que los niños y adolescentes sustituyan el pensamiento crítico por respuestas automatizadas y la preocupación sobre la dependencia excesiva de algoritmos, el acceso a contenido inapropiado, la privacidad de los datos y la posibilidad de que se erosionen habilidades fundamentales como la escritura, la argumentación o la resolución de problemas. Muchos consideran que permitir el uso de IA en la escuela equivale a fomentar la pereza cognitiva o incluso a abrir la puerta al plagio y la trampa académica.

Los docentes, por su parte, se enfrentan al desafío de redefinir su rol en un contexto donde la IA no solo automatiza tareas, sino que también introduce nuevos paradigmas de enseñanza-aprendizaje. Algunos educadores, particularmente aquellos más experimentados, muestran resistencia ante lo que perciben como una amenaza a su autoridad pedagógica. Otros, en cambio, adoptan una visión más progresista y reconocen en la IA una oportunidad para enriquecer la práctica docente: desde la personalización de contenidos hasta la posibilidad de ofrecer retroalimentación instantánea o crear experiencias de aprendizaje más inmersivas y significativas.

En mi opinión, la IA, bien integrada, puede seguir la misma evolución de las calculadoras, las hojas de cálculo y los motores de búsqueda: no reemplaza el conocimiento, lo potencia. Para lograrlo, los sistemas educativos deben avanzar hacia un rediseño curricular que contemple explícitamente el uso de IA. Esto requiere formación docente específica, basada no solo en el uso técnico de las herramientas, sino en la comprensión de sus implicaciones epistemológicas y pedagógicas. Los profesores deben aprender a formular preguntas que no puedan ser respondidas únicamente por una IA, diseñar tareas que involucren reflexión crítica sobre las respuestas generadas, y evaluar no solo el resultado final sino también el proceso de aprendizaje. Se trata de formar alumnos capaces de colaborar con sistemas inteligentes, comprender sus límites y sesgos, y utilizar sus capacidades para construir conocimiento.

La IA en la educación no es una moda pasajera ni una amenaza inminente. Es una transformación estructural que redefine qué significa aprender, enseñar y evaluar. Negarse a adoptarla equivale a condenar a las nuevas generaciones a un rezago tecnológico e intelectual. En cambio, incorporarla con visión, sensibilidad y responsabilidad puede convertirla en una aliada poderosa para democratizar el acceso al conocimiento, personalizar la educación y preparar a los estudiantes para un mundo donde convivirán con sistemas inteligentes en todos los ámbitos de la vida.