MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
Un sector tecnológico que en los últimos meses ha experimentado un crecimiento exponencial a nivel mundial es el de la micro-movilidad urbana. Este fenómeno se refleja en varias ciudades del mundo con la aparición de decenas de compañías que ofrecen a los ciudadanos, bicicletas o patinetas en alquiler para desplazarse en trayectos cortos, así como en los cientos de millones de dólares en financiación de parte de fondos de capital riesgo que se han invertido en las firmas operadoras que creen que la micro-movilidad es un espacio estratégico en los medios de transporte en el entorno urbano del futuro.
Aunque a primera vista una red de bicicletas mecánicas, eléctricas y de patinetas regadas por las calles de una ciudad, pareciera un negocio tradicional sin mayor conexión con el mundo digital, los operadores de estos servicios utilizan tecnología sofisticada e inteligencia a bordo de cada vehículo para operar de manera eficiente el movimiento, la distribución y la recarga de los mismos. Cada vehículo está equipado con un radio celular que informa a la red su estado de carga y ubicación física.
La adopción acelerada de las soluciones de micro-movilidad está relacionada con un comportamiento inherente a la naturaleza humana: la llamada “demanda inducida”, un fenómeno que hemos presenciado por generaciones y que está asociado con lo que se conoce como la constante de Marchetti. El trabajo publicado por Marchetti en 1995 afirma que cada individuo tiene un presupuesto diario de tiempo asignado a su movilidad y ese número de minutos se ha mantenido constante alrededor de 60 a lo largo de la historia, sin importar cultura, raza o religión.
Cuando aparece un nuevo medio de transporte y los ciudadanos lo adoptan, no es necesariamente para ir más rápido y consumir menos tiempo sino por el contrario, la velocidad extra se usa para llegar más lejos en el mismo tiempo. Un efecto similar se aprecia cuando se añaden más carriles a una vía principal, lo cual en el largo plazo no reduce la congestión, sino que anima a la gente a comprar más vehículos y a conducir más, perpetuando el problema.
Aunque las soluciones de micro-movilidad sirvan de alternativa a algunos medios de transporte, también inducen una demanda que antes no existía reflejada en viajes que la gente no hubiera hecho por pereza o falta de tiempo y que, de repente, se vuelven posibles gracias a la existencia de una alternativa eficiente y barata.
Como siempre pasa con este tipo de tecnologías y servicios que rompen los modelos establecidos, la oposición es la primera reacción que se observa, pero a medida que pasa el tiempo y el ciudadano del común adopta las soluciones que lo benefician y crece la cultura de uso, las imágenes de patinetas tiradas en medio de las aceras obstaculizando el paso de los peatones van convirtiéndose, en eventos anecdóticos.
El modelo de negocio de la micro-movilidad está en constante movimiento y de igual manera a como ha sucedido con los servicios de movilidad compartida o “ride sharing” como Uber, Didi o Lyft, las normativas de las ciudades no están preparadas para manejar la llegada de modelos de negocio no tradicionales y se requiere un mínimo de voluntad política para establecer las prioridades adecuadas y legislar de manera liviana la operación de estos servicios. Una parte muy significativa de la solución de muchos de los problemas en el replanteamiento de nuestras ciudades.