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Hace unos días, el “youtuber” mejor pagado del mundo según la revista Forbes, PewDiePie, anunció en asocio con otros colegas del mismo gremio y el apoyo de Disney, el lanzamiento de Revelmode, su propia red de canales en YouTube. Este acuerdo significa un avance más en su carrera, poniéndolo al frente de su propia productora de contenido online, y contando además con el respaldo de una gran corporación que afanosamente busca la manera de entender como mantener su relevancia con un público que cada vez consume menos los productos de la televisión tradicional.
Ser “youtuber” es un estilo de vida que se ha transformado en una profesión seria, que ofrece la posibilidad de obtener ingresos multimillonarios. Los ingredientes del éxito se limitan a un computador personal, una webcam, una conexión a internet y lo más importante: una dosis grande de creatividad y personalidad para crear contenido alrededor de una temática que sea relevante para un público que en su gran mayoría pertenece a la generación de los “millenials”. La gran mayoría de los “youtubers” pasan por la red sin pena ni gloria, al no alcanzar elevados resultados de audiencia, pero aquellos que consiguen ser exitosos, pueden llegar a congregar millones de espectadores, igualando los “ratings” de los programas mas vistos en la televisión.
La movida de Disney al asociarse con PewDiePie diverge de las estrategias que otros grandes jugadores de la industria de la televisión han implementado, al ver su supervivencia amenazada por la constante migración de los consumidores hacia plataformas como Youtube, las redes sociales Facebook, Twitter e Instagram y el mismo Snapchat. No es raro hoy en día, ver los canales de televisión plagados de programas y series de televisión donde algunos “youtubers” buscan trasladar el éxito conseguido en la red a la televisión tradicional. Mi opinión, como la de muchos analistas de la industria, es que este tipo de estrategias están condenadas al fracaso. Principalmente, porque los hábitos de consumo de contenido y el formato del mismo, que buscan los “millenials”, son completamente diferentes a los de los consumidores de la TV tradicional. A diferencia de cómo vemos televisión, una experiencia que en su mayoría es colectiva o familiar frente a la pantalla en la comodidad de un sofá, el adolescente usuario de Youtube busca una experiencia más personal, que conlleva a un acto de complicidad entre quien produce el contenido y el consumidor. El éxito de los grandes “youtubers” radica en la artesanía de su producto, la espontaneidad y la creatividad sin censura, que hace que el consumidor se identifique con él y se sienta casi un espía de la propia vida del “youtuber”, haciéndole cómplice y partícipe del monólogo, sin importar si están hablando de videojuegos, de técnicas de maquillaje o contando un chiste.
El público de los “youtubers” crece orgánicamente a través del tiempo, con la ayuda de la viralidad propia de la red, la versión moderna del boca a boca, no de forma instantánea como pasa con la televisión. Otra variable que diferencia los dos mundos es la duración de los contenidos que en el caso de los “youtubers” rara vez sobrepasan los 15 minutos. Y esto no es un capricho o una limitación tecnológica como los famosos 140 caracteres de los mensajes de Twitter, sino que está directamente relacionada con la capacidad de atención que tienen los “millenials”, así como con el requerimiento de que lo que vemos y nos interesa, sea fácil de compartir en las redes sociales.
Pretender que un “millenial” vuelva a la televisión tradicional con el anzuelo de poder ver a su “youtuber” favorito es una falacia, al igual que pensar que las conversaciones sobre hobbies, la improvisación o el humor que hace a un “youtuber” exitoso lo hagan triunfar también en la televisión convencional. El “youtuber” y el tipo de contenido que los ha hecho exitosos, son de por sí “antitelevisivos” y su hábitat nunca podrá ser la televisión: porque ya tienen su plataforma perfecta en una pantalla, complementaria, con vida y estándares propios.