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El foco de la discusión política de los últimos días ha estado sobre la reforma pensional, y cómo no, si es que es quizás la reforma de mayor trascendencia bajo el gobierno de Gustavo Petro. O por lo menos, la que más efectos a largo plazo trae para los ciudadanos, aunque su planteamiento, paradójicamente, tiene un alcance de corto plazo.
Así lo reconoció la propia ministra del Trabajo, Gloria Inés Ramírez, quien hace poco dijo que su reforma pensional requería modificarse a la vuelta de 15 años, pues explica que la pirámide demográfica se está invirtiendo. Directamente reconoce que Colombia se está envejeciendo; y pese a ello no ajusta la reforma para que de una vez resuelva problemas de fondo.
Según el Dane, la tasa de natalidad en 2023 se redujo 11% en comparación con el año anterior; dato preocupante para un régimen como Colpensiones que requiere de jóvenes aportantes para cubrir las pensiones de los viejos. Hace 50 años, una mujer tenía en promedio siete hijos, en 2023, 1,83 hijos y se estima que en 2070 sean menos de un hijo por mujer. ¡Grave! Sobre todo en materia pensional para mi generación y las venideras.
Además, esta reforma pensional eliminará la libertad de elección al obligarnos a cotizar los primeros 2,3 (¿ó 3, o 4?) salarios mínimos mensuales en Colpensiones, bajo el régimen público de prima media. Como una pirámide, Colpensiones recibe las cotizaciones actuales para pagar las mesadas de los pensionados. Por ejemplo, lo que cotiza mi mamá, junto con otras más, es utilizado para pagarles la pensión a mis abuelitos.
Y como cualquier pirámide, Colpensiones sólo podrá ser viable si la base es muy amplia y la punta pequeña, es decir, muchos más cotizantes que pensionados. El problema es que, como lo indica el Dane, Colombia está en una inminente crisis demográfica, y el panorama para el 2070 -año en el que mi generación se pensionará (o por lo menos, a eso aspiramos)- luce desalentador. ¿Y nuestra pensión?
De aprobarse la reforma pensional, 18 millones de personas que hoy cotizan en fondos privados tendrán que aportar a Colpensiones, entonces, se ampliará la base de la pirámide. El problema viene cuando ellos se empiecen a pensionar, y como cada vez hay menos jóvenes, la pirámide se terminará de invertir. Condenarán a mi generación a sostener una pirámide invertida, y cuando llegue nuestro turno de pensionarnos, ¿quién nos responderá?
La peor reforma pensional es toda aquella que, desconociendo la crisis demográfica inminente, nos obligue a cotizar en regímenes que funcionan como una pirámide, en vez de preferir proteger nuestro ahorro y nuestra libertad. La peor reforma es la planeada a corto plazo, la que nos condena a asumir una deuda futura impagable y condena a mi generación y a las venideras a no pensionarnos.