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El viernes pasado, una usuaria de X publicó un mensaje en el que “exige” a sus seguidores dejar de mencionarme, para así “evitar verme como congresista en unos años”. Su exigencia, sin embargo, logró lo contrario. Respondí con ironía y creé el #NoMásJerome. Fue tendencia #2 en X durante dos días, con mensajes de respaldo a mis iniciativas. Aprovecho este espacio para agradecer no solo a quienes me apoyan, sino, especialmente, a quienes intentan silenciarme, porque contrario a su deseo, terminan amplificando mi mensaje.
El jueves justamente tuvimos la primera clase de Economía al Andén, en Cartagena, junto con un profesor experto en economía. Esta iniciativa, como mencioné en columnas anteriores, busca hacer pedagogía popular. Conversamos sobre los efectos negativos de la reforma laboral, explicados desde el pensamiento de Friedrich Hayek y la Escuela Austriaca. Es un espacio académico en el que queremos llevar a todos los rincones de Colombia conceptos básicos de economía, tan escasos en nuestras instituciones educativas. Pdta: nos vemos mañana en Bogotá.
Por supuesto que promovemos la consigna de “Menos Marx, más Hayek”, porque partimos de la base de que en los colegios -y no solo públicos- se enseña una sola cara de la historia: la marxista y afines. Casi nunca se leen autores contrarios, como Hayek u otros. Esta consigna, por cierto, ha desatado críticas desde todos los espectros ideológicos. Algunas de las más curiosas vienen de intelectuales de “centro”, alarmados porque, según ellos, estoy promoviendo que se deje de leer a un autor. Aquí mi respuesta:
Nunca he puesto en duda la gran capacidad intelectual, ni la buena comprensión lectora de mis críticos. Por eso estoy segura de que leyeron el último párrafo de mi columna ‘Menos Marx, más Hayek’, donde escribí: “No pretendo que eliminen la bibliografía sobre Marx. Lo que sí deseo es que incluyan la otra cara de la historia. La de los liberales económicos”. Es evidente que nunca he pedido dejar de leer a Marx (Eso sería “Cero Marx” y no “Menos Marx”). Lo que pido es que se lea también la contraparte (“Más Hayek”, no “Solo Hayek”).
Su crítica, entonces, no nace de una mala lectura, sino de algo peor: la tergiversación. Su argumento es: “No hay que leer menos de uno u otro autor, hay que leer más de ambos”. Suena lógico, pero no cuando se trata de educación escolar obligatoria, donde el tiempo es limitado y los estudiantes -adolescentes- apenas leen lo que les imponen. Quizá los círculos intelectuales que se reúnen en cafés de Chapinero están de acuerdo con que “hay que leer a todos”, pero les pido que, por un minuto, salgan de su comodidad y recuerden que a jóvenes comunes y de estratos bajos -como yo- nunca se nos mostró la otra cara de la historia.
A mis críticos les propongo que compartan su gran intelecto con la gente común -como yo-, porque seguir actuando como ‘planificadores centrales del conocimiento’ no traerá nada bueno. Es más, los invito a dictar alguna clase de Economía al Andén. Tal vez así, aunando esfuerzos, tengamos mayor impacto. Mientras tanto, yo me seguiré preguntando: ¿por qué me tergiversan?