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El mundo se encuentra en una macrotendencia de envejecimiento acelerado. Según estimaciones de las Naciones Unidas, en los próximos 30 años, la población de personas mayores se duplicará, pasando de 761 millones a 1.600 millones de personas. En Colombia, en 2050, la población mayor de 65 años habrá aumentado en 9 puntos porcentuales (pp) llegando a 23%.
Así las cosas, se hace evidente que las personas mayores ganarán cada vez más peso en las tendencias de consumo de las próximas tres décadas. De allí que sea fundamental seguir entendiendo sus características y cómo, desde el sector bancario, se pueden desarrollar estrategias que atiendan sus necesidades. Estos desafíos, enmarcados en lo que hoy denominamos finanzas plateadas, no es otra cosa diferente a cómo garantizar el bienestar financiero de las personas de la tercera edad.
Este reto, sin embargo, es importante si se tiene en cuenta que, de acuerdo con Banca de las Oportunidades, se evidencian brechas importantes en el acceso y uso de productos financieros frente al promedio nacional. En acceso, la brecha es de 6pp, en uso de 19pp y en acceso a crédito de 8pp. Las brechas se profundizan aún más con las mujeres mayores: en acceso, en relación con las mujeres menores de 65 años, la brecha es de 15pp y de 19pp frente a hombres en general.
Consciente de lo anterior, el sector financiero viene identificando las barreras a las que se enfrenta la población mayor al momento de acercarse al sector financiero. La primera de ellas es el edadismo, que se refiere al análisis generalizado de un grupo etario, lo que da lugar a prejuicios y estereotipos que no permiten identificar y caracterizar las verdaderas necesidades del grupo poblacional y desdibujan la diversidad.
La segunda es la desconfianza que tienen algunas personas mayores frente al sistema financiero, por lo que prefieren recurrir a otro tipo de mecanismos de financiación. Esto se hace claro al saber que el 18% de los emprendimientos del país pertenecen a personas mayores, pero solo el 9% se ha financiado a través de préstamos bancarios.
La tercera es la brecha digital. De acuerdo con las últimas cifras del Dane y de la Fundación Saldarriaga Concha, 63,7% de las personas mayores en Colombia no usa internet debido a tres razones: no saben cómo hacerlo, no lo consideran necesario o lo consideran muy costoso. Allí será fundamental pensar en cómo, en un mundo cada vez más digital, es posible integrar un grupo etario que no accede masivamente a esta herramienta.
La cuarta está relacionada con la educación financiera. Sin duda, es necesario desarrollar modelos de educación financiera que respondan a las necesidades puntuales de cada momento del ciclo vital de las personas. Una quinta se relaciona con la falta de enfoque de género. Las mujeres mayores enfrentan desafíos adicionales al momento de acceder al mercado laboral y al sistema bancario: la falta de propiedad de bienes y activos, menor acceso a empleo formal y pensiones, así como una mayor carga de trabajo de cuidado no remunerado son barreras estructurales que no deben ser ignoradas.
La buena noticia es que la industria financiera se la está jugando toda por seguir entendiendo y empezar a atacar esas cinco barreras y, también, por seguir mejorando para ser aliados de la población mayor, de su inclusión laboral y productiva, del desarrollo de sus negocios y de su bienestar financiero.