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El sistema financiero colombiano, a través de la oferta de productos crediticios y ahorro, ha ayudado a mejorar el bienestar de las familias, aumentar la productividad de los negocios, disminuir la desigualdad y la pobreza, e incentivar el crecimiento económico.
Es así como en términos de acceso a servicios financieros formales el país ha avanzado significativamente, llegando a cada vez más hombres y mujeres. Sin embargo, aún persisten barreras a la inclusión financiera de miles de personas en el país.
Las personas identifican que un obstáculo para acceder a una cuenta bancaria y créditos es la falta de recursos, lo que implica un reto en el diseño de productos financieros que se ajusten a las necesidades de estos usuarios, en especial de las mujeres, debido a las aún existentes brechas de género derivadas de los niveles de empleabilidad y la generación de ingresos.
Las causas que explican estas brechas están asociadas principalmente a factores estructurales de discriminación y sesgos de género que se ven a través de, por ejemplo, la aun limitada inclusión de las mujeres en el mercado laboral y los bajos niveles de educación financiera y apropiación de tecnologías digitales.
Según las cifras más recientes de Banca de las Oportunidades, en Colombia la brecha de género respecto a la tenencia de un producto financiero se ubicó en 6,8 puntos porcentuales, es decir, aproximadamente 2,5 millones de mujeres podrían estar bancarizadas si no existiera esta diferencia entre géneros.
Ante este panorama, resulta necesario redoblar esfuerzos para incrementar el acceso de las mujeres a productos financieros formales y servicios financieros de calidad, estableciendo rutas de acción que les permitan acceder a sus ahorros personales y planificar el futuro, a la vez que se fortalezca el empoderamiento femenino, la inversión productiva y su consumo.
Para poder alcanzar estos objetivos, es imperativo identificar las necesidades y las barreras a la inclusión financiera que enfrentan las mujeres a partir de indicadores desagregados por género y características sociodemográficas relevantes, pues solo a partir de diagnósticos adecuados se podrán diseñar políticas con perspectiva de género que impulsen la oferta y la demanda por servicios financieros.
Además, se requerirá del trabajo mancomunado del Gobierno y el sector privado para incrementar la asignación de recursos orientada al diseño de productos y servicios financieros que tengan en cuenta el enfoque de género, y para ello el fortalecimiento de la banca de segundo piso resulta fundamental.
Entre tanto, se deberá priorizar el desarrollo de programas de educación financiera con enfoque de género que permitan a las mujeres involucrarse más en la toma de decisiones financieras, fomentar su capacidad para desarrollar un modelo de negocio e incrementar su autoconfianza a la hora de utilizar un recurso financiero.
En este escenario, extender la bancarización de la población femenina y el uso de productos crediticios es un reto que requiere de una comprensión y revisión de las causas que han sustentado las brechas de género en nuestro país.
La banca, consiente de esta realidad, continua con su compromiso para reducirlas e impulsar la inclusión, tarea que, por supuesto, debe realizarse en conjunto con el Gobierno para hacer frente a los factores estructurales que han llevado a que las mujeres se beneficien en menor grado de los productos y servicios que ofrece el sistema financiero.