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El poder −político, económico y militar− que ha configurado Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial, que le ha permitido influir en otros hasta lograr plena hegemonía, se ha construido con deuda y sobre la base que otorga el poder monetario. Su poder ha sido hegemónico y su influencia imperialista, por lo tanto, todos sus presidentes están llamados a preservarlos.
La deuda de EE.UU. empieza a crecer a mayor velocidad desde la década de los 80, pasando de 32% a 123% del PIB, cifra registrada en 2024. Se estima que cerca de 55% de dicha deuda está en manos de Asia, en su orden Japón y China, mientras que Europa posee 27%. China tiene un nivel de deuda pública de 90% del PIB y Colombia de 60% del PIB en 2024.
La deuda de EE.UU. ha crecido debido al mayor gasto y al faltante de ingresos, lo cual ha generado un abultado déficit fiscal (7% del PIB). Dicho déficit ha presionado la deuda y con ella se ha financiado el crecimiento económico, las crisis y las guerras; aunque sin corregir los problemas de desigualdad y pobreza. De acuerdo con Stiglitz, 1% de los más ricos obtuvo 93% de los ingresos adicionales creados en 2010, a la vuelta de la crisis financiera; por eso sostiene que las desigualdades se han agravado con las crisis.
EE.UU. es tan consumista como importador. Ha vivido con un histórico desbalance comercial que se evidencia en el permanente déficit en cuenta corriente, también cubierto con deuda. Ha convivido entonces con déficit gemelos y viene teniendo problemas para su financiamiento; aunque lo más grave es que su poder monetario ha sido puesto en cuestión, teniendo presente que su moneda ha sido dominante en el último medio siglo y no ha habido alternativa, pues ni el euro en dos décadas y media ha logrado promover discusiones sobre el sistema monetario internacional.
Perder el poder monetario internacional es posiblemente uno de sus mayores temores. Japón y China vienen reduciendo sus tenencias de deuda estadounidense desde 2020, pero la probabilidad de que por esta vía se pueda producir un desequilibrio financiero o monetario en Estados Unidos es poco probable. En cambio, si la inversión extrajera busca seguir aterrizando en otras latitudes; si la deuda pública y privada a nivel global sigue creciendo y presionando el dólar; si el déficit comercial entre EE.UU. y sus socios crece; si las criptomonedas logran insertarse más en el sistema; sí se estaría marchitando el sistema monetario internacional vigente, como en efecto ocurre.
En 1971, Nixon suspendió la convertibilidad del dólar en oro para proteger su moneda que estaba sobrevaluada. La nación conoció la medida por el discurso El desafío de la Paz. Ello provocó negociaciones cambiarias y consolidó la hegemonía del dólar. Hoy EE.UU. enfrenta problemas estructurales de producción, pérdidas en el comercio mundial y alto endeudamiento, lo cual socava fuertemente su moneda y su poder en el sistema.
Trump decide imponer aranceles a las importaciones en lo que denominó “El Día de la liberación”; aunque luego suspendió la medida. Sin embargo, provocó diversas negociaciones cambiarias, deterioró el precio de los bonos del Tesoro de EE.UU. y alteró las bolsas de valores, es decir, produjo alteraciones en el sistema y ha llamado la atención sobre su devenir.
A dichas decisiones se suman las medidas presupuestales sugeridas por Elon Musk, el hombre más rico del mundo y jefe del Departamento de Eficiencia Gubernamental. Todo este conjunto de acciones se encamina a preservar el poder hegemónico, pero no necesariamente dentro del mismo sistema monetario.