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En medio del actual escenario de incertidumbre económica en Colombia, la denominada economía popular emerge como un elemento crucial para destrabar la economía en tiempos de crisis. Abordar sus desafíos y propiciar condiciones propicias para su desarrollo es esencial, reconociendo su potencial como un recurso vital capaz de aliviar la presión económica y revitalizar el tejido económico del país. Sin embargo, esta perspectiva necesita respaldo y esencialmente superar la limitación de asociar exclusivamente la economía popular con la economía informal.
Sin duda, es esencial obtener una visión más clara y detallada de las características fundamentales que definen a la economía popular en la actualidad. Este profundo entendimiento se erige como la clave indispensable para desarrollar instrumentos efectivos que impulsen su crecimiento, permitiéndole así convertirse en un auténtico motor de desarrollo y reactivación económica en Colombia. La confusión surge cuando se restringe la asociación de la economía popular únicamente a la economía informal, limitando de este modo su potencial y su valiosa contribución al desarrollo económico del país.
La raíz de esta confusión puede rastrearse hasta la década de 1950, cuando el economista Arthur Lewis propuso un modelo económico que preveía la absorción gradual de la mano de obra abundante por parte de las industrias nacionales en los países en desarrollo. Sin embargo, la realidad divergió, ya que la industria resultó insuficiente para absorber toda la mano de obra disponible. La creciente población optó por actividades informales al migrar de áreas rurales a urbanas en búsqueda de oportunidades laborales. A pesar de los esfuerzos actuales para abordar este problema, el modelo económico existente ha demostrado limitaciones en la formalización y vinculación de la población desocupada.
Las corrientes clásicas abogan por el crecimiento económico como la solución, argumentando que altas tasas sostenidas de PIB impactarán positivamente en el empleo y la informalidad. Sin embargo, las crecientes tasas de informalidad han cuestionado la eficacia de esta perspectiva. Ahluwalia (1976) y Stiglitz (2002) han destacado que el desarrollo económico no beneficia a todos por igual, desafiando la noción de que "la marea alta levanta todos los barcos".
Investigaciones llevadas a cabo en diversas naciones, como México y varios países pertenecientes a la Unión Europea, han evidenciado que el crecimiento económico no siempre se traduce en una reducción de la informalidad y la desigualdad. En el contexto colombiano, los estudios indican que tanto el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) como los programas sociales implementados no han logrado impactar significativamente en la reducción de la pobreza ni en la disminución de la desigualdad.
Los datos más recientes del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) subrayan la persistencia de la informalidad a niveles inquietantes en Colombia, alcanzando el 55,7%. Este fenómeno afecta a aproximadamente 12,5 millones de personas, resaltando la magnitud del desafío que representa la informalidad en el tejido económico del país.
La definición de informalidad aborda dos formas distintas según la Conferencia Internacional de Estadísticas en 2003: aquellos que carecen de la cobertura legal y beneficios laborales, y las unidades productivas con menos de cinco personas. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) amplía esta comprensión en seis dimensiones laborales, abarcando desde trabajadores por cuenta propia y empleadores del sector informal hasta asalariados con empleos informales. Estas definiciones ofrecen una visión multifacética de la informalidad, considerando diversos aspectos laborales y estructuras empresariales.
Los trabajadores de este sector a menudo se encuentran en una situación precaria, ya que carecen de derechos socioeconómicos fundamentales, experimentando una falta de protección legal, estabilidad laboral y acceso adecuado a la seguridad social. Enfrentan restricciones significativas para obtener créditos institucionales, viéndose obligados a recurrir a préstamos informales con tasas de interés desreguladas, como los conocidos "gota a gota". Este fenómeno se agudiza en momentos de crisis económicas, donde la política de elevación de tasas de interés, como la tasa de intervención del 13,25%, dificulta considerablemente la obtención de crédito asequible.
La producción limitada es otra característica distintiva de este sector, ya que operan en una escala que no les permite ofrecer grandes volúmenes debido a la falta de innovación y tecnología. Además, se ven obligados a realizar actividades de subsistencia para cubrir necesidades básicas. Este conjunto de desafíos subraya la vulnerabilidad y las limitaciones que enfrentan los trabajadores de la economía popular, destacando la necesidad de abordar estas cuestiones para lograr una inclusión más efectiva en el sistema económico.
La economía popular abarca a todos los participantes de la informalidad, pero su alcance va más allá. En la economía popular, la interconexión y el sentido de comunidad desempeñan un papel fundamental. A diferencia de la economía informal, donde las transacciones pueden ser más individuales y a menudo anónimas, la economía popular se distingue por una red de relaciones más estrechas. Esta red puede incluir acuerdos cooperativos entre diferentes actores económicos, fomentando así un sentido de solidaridad y apoyo mutuo.
Un ejemplo destacado de esta dinámica se observa en los mercados locales, donde pequeños comerciantes y productores independientes colaboran para afrontar desafíos comunes. Estas asociaciones pueden ir desde la compra conjunta de insumos hasta estrategias compartidas de marketing. Este aspecto colaborativo no solo fortalece la resiliencia de los participantes individuales, sino que también contribuye al desarrollo económico sostenible de la comunidad en su conjunto.
En el caso específico de "San Andresito" u otros nichos similares, se puede examinar cómo estas concentraciones de mercado impactan no solo la competencia sino también la diversificación de la oferta y las oportunidades para nuevos emprendedores. La presencia de un mercado consolidado puede crear una plataforma estable para ciertos participantes, pero al mismo tiempo, puede representar un desafío para aquellos que buscan ingresar y diversificar el panorama económico.
Es crucial reconocer que la economía popular no es homogénea; en cambio, se compone de diversas voces y actores que, aunque comparten ciertas características, también presentan particularidades distintivas. Esto incluye la presencia de trabajadores autónomos como recicladores y vendedores ambulantes, quienes, a pesar de operar en la informalidad, desempeñan roles esenciales en la cadena económica local.
En este contexto, se puede profundizar aún más en la relación entre la economía popular y la economía formal. Examinar cómo estas dos esferas interactúan, cómo se pueden fomentar conexiones más sólidas y cómo la formalización de ciertos aspectos de la economía popular podría beneficiar tanto a los participantes individuales como al desarrollo económico más amplio.
En definitiva, la economía popular no solo se trata de actividades informales, sino de una red compleja de interacciones que involucra colaboración, participación y autoayuda. Al explorar estas dinámicas y comprender la diversidad de actores y nichos dentro de la economía popular, podemos desarrollar estrategias más efectivas para potenciar su papel como motor de crecimiento y reactivación económica en Colombia.
En este sentido, es crucial explorar un mecanismo que permita extender las características presentes en algunos nichos considerados informales hacia un verdadero segmento de economía popular. La vinculación de los aproximadamente 12,5 millones de individuos actualmente inmersos en la informalidad hacia una auténtica economía popular, basada en el conocimiento, representa una oportunidad clave. La incorporación de este conocimiento, que a menudo se encuentra marginado y fragmentado, a través de la organización, participación y autoayuda de los individuos en un modelo de planificación descentralizada como propuso Hayek Friedrich (1945), es la vía para asegurar una utilización precisa y óptima de dicho conocimiento.
Propongo que las Estrategias de Arranque Automático, desarrolladas durante más de 20 años en colaboración con los profesores Albert Berry y David Brasset, se conviertan en la herramienta para dar inicio a la tan ansiada economía popular.El Arranque Automático (AA) es un enfoque de desarrollo respaldado por una técnica de organización social y económica diseñada para generar empleo pleno y productivo. Basado en los pilares de autoayuda, organización y participación, busca avanzar de manera integral y colectiva tanto para los individuos como para la sociedad en su conjunto (Brasset, 2017).
El (AA) emerge como un catalizador al vincular a las personas con dinámicas grupales, organizativas y locales, generando clústeres de conocimiento y producción. Al integrarse con estructuras como los Centros Intensivos de Producción e Intercambio (CIPI), la Red Global de Intercambio Solidario (RGIS) y la Tarjeta Inteligente de Intercambio (TII), promueve actividades con mayor valor agregado, trascendiendo la informalidad hacia una economía alternativa que busca el empoderamiento y la inclusión de la economía popular. Este enfoque fomenta la división del trabajo, la especialización y la cooperación social, incentivando la eficiente utilización de recursos. El AA afronta audazmente los desafíos del nuevo milenio y propone un modelo de desarrollo humano sencillo y fundamentado en la razón y la naturalidad. Al aprovechar recursos públicos y privados de manera económica, como evidencia la propuesta de carreteras de placa huella del presidente Gustavo Petro, contribuye a la recuperación de vías, amplía la oferta agropecuaria y acelera la inclusión financiera de la economía popular. Centrado en el empoderamiento, el AA busca mejorar la productividad y estimular el emprendimiento popular al reconocer que la informalidad puede ser tanto síntoma como causa de la baja productividad.