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La construcción de la democracia es una larga jornada de pequeños avances y monumentales retrocesos. Un viaje que ha documentado los esfuerzos de personajes míticos y literarios, desde Grecia, Roma, Bizancio, pasando por Francia, Reino Unido y Estados Unidos.
La democracia es un concepto que “significa muchas cosas distintas para gente diferente en diversas épocas y lugares”, dice Robert Dahl.
Solón, político y legislador ateniense, fue el primer caso documentado de la capacidad de la ley para crear condiciones que mejoraran la vida de las personas, de la desesperación del pueblo por cambios inmediatos y de políticos oportunistas que tergiversaron su visión creando leyes totalitarias e inhumanas.
El gobierno, Solón y la Ekklesia en Grecia, fueron una forma primitiva de gobierno y legislación que funcionó, hasta que nuevos liderazgos destruyeron su legado: Dracon (leyes draconianas) y Pisistrato (se le atribuye la creación del populismo). A lo largo de la historia, hemos visto miles de Dracones y Pisistratos.
“En cada Estado existen tres clases de poderes: la potestad legislativa, la potestad ejecutiva de las cosas que proceden del derecho de gentes y la potestad judicial de aquellas que dependen del derecho”, Montesquieu.
Montesquieu fue el padre de la arquitectura política de Occidente con esta aseveración y su pensamiento fluyó epidémicamente por casi todo el planeta. Pero fue hasta que Madison, Alexander Hamilton y John Jay escribieron una serie de artículos que se conocen como El Federalista, que se construyó una etapa vital de la democracia contemporánea en Occidente. Aquí algunas frases de Madison, tan presentes, que perturban:
“Donde prevalece un exceso de poder, ninguna clase de propiedad se respeta. Nadie está seguro de sus opiniones, su persona, ni sus posesiones”.
“Hay más ejemplos de restricción a la libertad por invasiones graduales y silenciosas, de aquellos que están en el poder, que por usurpaciones violentas y repentinas”.
“Todos los hombres revestidos de un gran poder merecen nuestra desconfianza”.
“En las repúblicas, el gran peligro es que la mayoría no respete los derechos de la minoría”.
El mundo digital nace con un signo en el frente llamado geopolítica y está saturada de desconfianza. Los valores y derechos fundamentales de todas las regiones de Occidente están bajo fuego e interpretación polisémica en el mundo analógico y el digital.
¿Qué materias regulan nuestro mundo digital?: derecho de las telecomunicaciones, derecho informático, competencia económica, protección de datos personales, propiedad intelectual, mercados y servicios digitales, regulación de la inteligencia artificial, protección al consumidor, derecho administrativo, ciberseguridad, derechos digitales y lo que denomino “constitucionalismo digital”.
La única forma de regular el mundo digital, es a partir de la colaboración regulatoria y jurídica internacional.
El vacío interpretativo que nos espera en todas estas materias, se agrega a las distintas posiciones que ya tienen diversos estados en EUA, Brasil, México, muchos países en América Latina y la poderosa fuerza reguladora europea.
Nuestro mundo digital promete habilitar los derechos humanos y ser el gran igualador social, pero se expresa con la desconfianza de un mundo que nace como la Hydra, con 10.000 cabezas, diversas formas de pensar, entender la democracia y el derecho.