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Sísifo era un rey conocido por su castigo. Tenía que empujar una piedra cuesta arriba por una montaña, pero antes de llegar a la cima, volvía a rodar hacia abajo, hecho que se repetía una y otra vez. Por otra parte, el espejo enterrado es una metáfora que el escritor Carlos Fuentes usó en uno de sus libros para explicar el hecho de reflejarnos ante el espejo y no gustarnos. Horrorizarnos de lo que vemos: nuestra realidad.
He leído a respetables colegas, amigos y analistas en las últimas semanas, preocupados por el futuro de dos posibles operadores de infraestructura digital (telecomunicaciones). Parece que Sísifo y el síndrome del espejo enterrado se manifiestan.
Colombia ha sido el alumno de Europa más aplicado de la clase de regulación e intervención del Estado. Empecemos: Colombia no tiene tres, sino ¿por qué no? Hasta cinco operadores de telecomunicaciones, más empresas públicas. Se ha experimentado toda forma de intervención económica del Estado posible: empresas públicas, participación estatal, reversión de activos, asociaciones público-privadas y redes financiadas por el gobierno. Una locura.
Colombia es el caso más complejo de competencia en América Latina, ya que cuenta con el mayor número de empresas públicas operando por sí solas o asociadas a alguna privada: Movistar cuenta con una inversión de 30% del Gobierno; ETB es la empresa de telecomunicaciones de Bogotá; Empresas Municipales de Cali, Emcali, propiedad de ese municipio y UNE, dueña de 51% de la empresa Tigo, que pertenece a Medellín. Cuentan con gobiernos corporativos altamente politizados. Agreguemos el ingreso promedio por usuario más bajo de la región, inflación y los segundos precios de espectro más caros en América Latina.
Las telco están en un proceso de transformación, disminución de activos, pérdida de valor y de consolidación global. Brasil, de cuatro operadores se consolidó a tres; China tiene tres operadores; EE.UU., tres. Chile, con cuatro, no tiene empresas públicas, tiene 15 años con los precios de espectro más bajos y el Arpu más alto: igual a cobertura de 97%. Todas las empresas son privadas, globales o regionales para generar economías de escala.
El sector telco demanda capital intensivo y 10 veces más espectro y fibra óptica. Una época donde hay poca maniobra de rentabilidad y casi imposible sobrevivencia para las empresas públicas. Colombia se encuentra en un dilema. ¿Qué quieres?: ¿competencia, inclusión digital o cobertura? No se puede todo al mismo tiempo. La competencia descapitalizó al sector. Apenas hay sobrevivientes.
Cuando se pensaba que la ruta era consolidar, Sísifo y el espejo enterrado de Colombia atacan. Colombia está atrapada en una cultura del buen alumno de la regulación europea, una moralidad puritana hija de esa tradición. Hoy, tenemos un sistema de competencia distorsionado por sus ineficiencias estructurales y experimentos de intervención pública.
Y, cuando vamos a empezar a consolidar, Sísifo ataca y quiere tirar la piedra para atrás; se pregunta, ¿Por qué dos operadores? No nos vemos bellos y hay temor si hay dos operadores (el espejo enterrado).
El objetivo regulatorio es preciso: cobertura y transformación digital.
La negación en Colombia debe transformarse en mensaje de política pública y regulatorio, que capitalice empresas y vuelva eficientes las inversiones, de lo contrario, volveremos a ver el dominio de los mitos colombianos de forma sempiterna.