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En la última sesión de la junta directiva de Ecopetrol la mayoría de sus miembros decidieron dejar a un lado uno de los negocios más importantes de la estatal petrolera de los últimos años. El presidente de la compañía, Ricardo Roa, explicó de manera nerviosa en una rueda de prensa que la decisión no había sido por instrucciones del presidente Petro. Roa intentó esbozar una teoría que pocos creen y es que después de varios años de venir trabajando, e invirtiendo en la compra de 30% de las acciones de la empresa norteamericana CrownRock.
El negocio, que ascendía aproximadamente a US$3.600 millones, terminó tristemente arrojado a la papelera de las buenas ideas descabezadas. Al no adquirir ese 30% de participación en dicha empresa, Ecopetrol pierde una producción potencial correspondiente a 7%, es decir unos 51.000 barriles diarios. La realidad es que la negativa de Petro se presentó por que CrownRock tiene desarrollos de fracking dentro de su actividad. Desde campaña el presidente viene con la bandera anti-fracking, lo que terminó por voltear los votos de los miembros de junta.
Roa informó al mercado que Ecopetrol importará gas natural licuado de empresas de Estados Unidos, que surge debido a su gran disponibilidad y capacidad de exportación. Colombia tendría de esa manera una solución rápida y eficiente frente a la inminente situación de escasez. Las compañías norteamericanas más importantes de esa industria son Halliburton, Schlumberger, Baker Hughes, Weatherford y Shell. Todas ellas trabajan en ese mercado usando el fracking.
En términos generales la práctica del fracking ofrece varios beneficios clave. En primer lugar, alrededor del fenómeno se presentan importantes ganancias económicas. Esta práctica ha reducido significativamente los precios del gas natural a nivel mundial, ahorrando a los hogares unos US$2.000 millones anualmente. Los más importantes analistas económicos coinciden en que los beneficios contribuyen positivamente al crecimiento económico. En segundo lugar, el tema de la seguridad energética es igual de importante.
El aumento de la producción de petróleo y gas con técnicas no convencionales ha disminuido la dependencia de fuentes de energía extranjeras mejorando la independencia energética para países como Estados Unidos. En el caso contrario, países como Alemania, son el contraejemplo del tema de dependencia de gas. En términos del mercado laboral, se calcula que la industria del fracking ha generado numerosos puestos de trabajo e impulsado las economías locales de las regiones en donde se ha implantado.
Al desplazar el carbón por gas natural de combustión más limpia, el fracking ha mejorado la calidad del aire y ha reducido las emisiones de dióxido de carbono. Este efecto positivo en el medio ambiente termina siendo un beneficio para la salud pública. También hay serias preocupaciones ambientales con respecto a la posible contaminación del agua y otros efectos negativos para la naturaleza.
El gobierno termina saliendo de un negocio por el fracking, pero ahora la solución ante el desabastecimiento es importar gas de compañías que hacen fracking. Es decir, es malo el fracking si lo hacemos nosotros, pero es bueno si lo hacen los demás. Decisiones casi al nivel de las de Cantinflas.