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Pasaron los primeros cuatro meses de cuarentena y se comienza a enfrascar la sociedad en el debate de volver a escenarios estrictos o seguir abriendo la economía con bioseguridad. Mi percepción personal, basada en el conocimiento matemático, es que todavía no sabemos cuándo se llegará al pico ni qué tan alto va a ser. Siempre oímos a los expertos epidemiólogos que hay tres tipos de personas: las que pueden contagiarse, las que ya están contagiadas y las que se han recuperado. La teoría decía que las ya recuperadas no eran susceptibles de volver a contagiarse. A nivel poblacional el número de personas susceptibles a contagiarse es alto, y el número de contagios aumenta con gran velocidad. Bajo estos supuestos, con el paso del tiempo, y debido a un factor que ellos llaman R (el factor de propagación) el número de personas potenciales a contagiarse disminuye significativamente. Cuando haya menos gente potencialmente contagiable es cuando realmente se cruza la frontera imaginaria del pico de la epidemia. En estas condiciones no podemos saber hasta qué nivel va a crecer la población contagiada, sencillamente porque R no es un número constante, ha venido cambiando con el tiempo, y depende del comportamiento de las personas. Hay regiones de nuestro país donde el sistema de salud ya está en fase de colapso. Hay lugares en donde a pesar de tener menos capacidad instalada, las personas no se han contagiado tanto y la curva no se ha desbordado.
Estamos acostumbrados a mirar total país, día a día, con el informe del Ministerio de Salud. Si se revisa la curva región por región, se observan crecimientos muy diferentes. Cuando comiencen los viajes aéreos locales y luego en septiembre internacionales, las cifras pueden ser miedosas. Se cruzan regiones con regiones, países con países y la propagación será mucho mayor.
Mike Ryan, director ejecutivo del programa de Emergencias Sanitarias de la OMS, afirma que no todas las personas que se recuperan del virus desarrollan anticuerpos. Se concluye que no necesariamente todo contagiado y recuperado se vuelve inmune de manera automática. Esta afirmación destruye la hipótesis de un factor R que se puede ir controlando. A ciencia cierta aún no se sabe si una persona recuperada posteriormente pueda reinfectarse. No hay una respuesta clara todavía. Como es un fenómeno desconocido, debemos prepararnos para que algunas personas tengan la enfermedad a lo largo de sus vidas varias veces, como sucede con la gripa tradicional. Mientras no haya una vacuna probada, y suficientemente segura para evitar efectos secundarios, no hay certeza de los verdaderos niveles de picos que va a tener la humanidad, y mucho menos en cada país.
Por eso es que el gobierno, que sabe todo esto desde el principio, avanzaba semana tras semana tirando el balón para adelante con cuarentenas cada dos semanas y encierros parciales para ganar tiempo. Seguramente lo hacía con el ánimo de no entregar un mensaje demoledor a la población. Hace pocas horas el ministro de Salud, Fernando Ruiz, comenzó a hablar de finales de año o comienzos del próximo para superar la crisis. La realidad es que no sabemos ni cuándo ni en cuántos casos llegaremos al pico. La única certeza es que los números y la curva siguen creciendo.