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Con gran preocupación observé las sesiones del pasado martes y miércoles en la Cámara de Representantes donde se sigue discutiendo el segundo debate del malherido proyecto que intenta reformar el sistema de salud en Colombia. Hubo uno de los representantes del Pacto Histórico que pidió la palabra y les preguntó a los demás asistentes en la sesión que cuándo es que iban a trabajar. Detalló en menos de dos minutos la cantidad de tiempo que se pierde en intervenciones, proposiciones, derecho a réplica y otras formas que hacen que cualquier iniciativa deba pasar por ese tortuoso procedimiento. Es la democracia, dirán algunos, otros claramente observan las maniobras de diferentes fuerzas políticas para lograr sus objetivos. Hay bastante truquito, especialmente de los congresistas que tienen años de experiencia. Los que son primerizos cometen muchos errores que después terminan siendo mortales en la revisión de las normas por parte de la Corte Constitucional.
La discusión acalorada entre David Racero y Andrés Forero, resume las dos visiones que tienen los colombianos de este asunto. Mientras hay todavía incautos que siguen creyendo en el cuento del “cambio” y tienen la falsa esperanza de que las cosas van a mejorar con una remodelación del sistema, hay una porción significativa de la población que prefiere que el proyecto se hunda. Los recursos que administra Adres son insuficientes y si los giros no se hacen rápido pronto estaremos como en el gobierno anterior en otra “Ley del Punto Final” segunda versión.
Se supo durante la discusión que hay una cantidad de instituciones que se han venido debilitando patrimonialmente al arrastrar pérdidas acumuladas. Estas pérdidas se originan cuando los presupuestos máximos no alcanzan para cubrir el costo operativo. Después de la pandemia los colombianos comenzaron a hacer un uso más intensivo del sistema de salud. La gente ahora es mucho más consciente de la importancia de un buen estado de salud. Miles de colombianos se volcaron a hacerse chequeos y procedimientos que encarecieron el costo unitario promedio.
La discusión debe tener varias dimensiones. En el análisis de una operación de un sistema híbrido siempre hay “genios” terminan revolviendo peras con manzanas. Las compañías podrían eventualmente sostener en el largo plazo el costo promedio de los servicios y medicamentos incluidos en el Plan de Beneficios en Salud, anteriormente llamado POS. Lo crítico es el mantenimiento a largo plazo de los procedimientos y medicamentos que no están en el PBS. Ese fue el costo promedio que más creció, en donde están incluidas las llamadas enfermedades de alto costo, que yo las definiría mejor como “enfermedades de impagable costo”.
La palabra alto es demasiado generosa. Al revisar números de los estados financieros de las entidades no hay posibilidad de no salir llorando. Los malos cálculos a la hora de proyectar presupuestos máximos han llevado a que con porcentajes que se desvían mínimamente de los supuestos fundamentales, al ser compañías de aseguramiento, las variaciones resultan ser dramáticas a nivel de las pérdidas. La discusión seguirá el próximo martes, a mi juicio con poca expectativa de avanzar. Como la canción de Los Rodríguez este tema navega en el congreso: sin rumbo alguno.