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Vargas Lleras acaba de presentar su programa económico, Nuestra Política Económica y Tributaria. Considera el candidato que la economía debe crecer a 5% año, y para lograrlo se requiere un “ambiente amigable a la inversión”, en el que “hacer empresa y ser formal tenga sentido”. Y la estrategia central es “recuperar el dinamismo de sectores claves para el crecimiento económico como el minero-energético y la infraestructura”.
El diagnóstico parte de un error fundamental: pensar que la sostenibilidad del crecimiento se deriva de los grandes proyectos minero-energéticos. Precisamente, estos proyectos llevaron a una profunda enfermedad holandesa y a la destrucción del aparato industrial y agropecuario del país. El sector minero-energético no fue clave para el crecimiento económico. Todo lo contrario. Se generaron economías de enclave que junto con la revaluación del peso, convirtieron el país en un gigantesco sanandresito. El déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos se agudizó. Olvida Vargas que la locomotora minero-energética llevó el país a una re-primarización sin precedentes. Basta comparar los cambios en la estructura de las exportaciones entre 1995 y 2015. En 1995 la estructura de las exportaciones era: café (22%), petróleo (17%), banano (6%), carbón (6%), flores (5%), petróleo refinado (2%). Y en 2015 la composición era: petróleo (51%), carbón (9%), petróleo refinado (5%), café (4%), banano (3%), flores (2%). El peso del petróleo y del carbón aumentó de manera significativa. Durante estos años el sector agropecuario y el industrial perdieron relevancia y todavía sufren un mal estructural.
En Colombia el debate sobre los sectores líderes tiene una larga tradición. Cuando se lanzaron Las Cuatro Estrategias (1970-1974), Currie pensaba, con razón, que la construcción podría actuar como sector líder porque tenía numerosos encadenamientos hacia delante y hacia atrás. No sé entiende, entonces, de qué manera el sector minero-energético pueda dinamizar la economía interna y hacerla sostenible. Más aún, después de observar los resultados negativos que tuvo la reciente bonanza. Al depositar la confianza en el petróleo y en la energía, Vargas coloca, otra vez, la dinámica de la economía nacional a la montaña rusa de las fluctuaciones de los precios internacionales. En el programa económico no hay ninguna mención al mercado interno, y a la generación de dinámica endógenas que permitan una cierta protección de la industria y de la agricultura frente a los choques externos.
El impulso a la infraestructura de la que tanto se precia el candidato Vargas consolida la economía nacional si, y solo si, está acompañada de políticas que estimulen la producción y la industria nacional. Y para ello es inevitable gastar más. Dice Vargas que no es necesario aumentar el gasto público, sino que basta con hacerlo más eficiente. Los hechos muestran que los países desarrollados han modernizado sus economías gracias a que el gasto público ha aumentado. Sin mayor gasto no es posible mejorar la competitividad, la cobertura y la calidad de la educación y de la salud. Pero esta alternativa no le gusta a Vargas Lleras porque ello implicaría aumentar los impuestos a los ricos y a los terratenientes. Los obstáculos que le ha puesto Cambio Radical a la Ley de Tierras, son la mejor expresión de que el candidato no está dispuesto a que el ordenamiento territorial toque los intereses de los grandes terratenientes. De acuerdo con el censo agropecuario, en 5% del área rural se arrinconan 71% de los productores, y en 59,2% se ubica cómodamente el 0,2% de los productores. No parece posible modernizar el campo sin cambiar esta estructura profundamente concentrada. Pero el tema ni siquiera se menciona en el programa.