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El expresidente Uribe propone que el país avance hacia una “economía cristiana”. Al tratar de explicar los fundamentos que debería tener este tipo de economía se le siente su añoranza por la Rerum Novarum, la famosa encíclica de León XIII, que fue promulgada en 1891.
Por aquellos días, el Manifiesto del Partido Comunista, escrito en 1848, e inspirado por Marx y Engel, anuncia con tono profético: “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Contra este fantasma se han conjurado en una santa jauría, todas las potencias de la vieja Europa, el papa y el zar...”.
El mensaje revolucionario del Manifiesto es contundente: “Tiemblen si quieren las clases gobernantes, ante la perspectiva de una revolución comunista. Con ella, los proletarios no tienen nada que perder, sino sus cadenas. Por el contrario, tienen todo un mundo entero que ganar. Proletarios de todos los países, uníos!”.
A finales del siglo XIX las condiciones de vida de la clase obrera y de los pobres eran durísimas. Las descripciones de autores como Dickens y Hugo son conmovedoras. El gran aporte que le hizo la teoría económica a la sociedad, dice Sylvia Nasar en su reciente libro, La Gran Búsqueda, fue mostrar que los pobres no siempre estarán entre nosotros porque las condiciones sociales se podían cambiar.
Numerosos economistas rechazaron la “ley de pobres” porque perpetuaba la pobreza. Y esta opción por el cambio de sociedad no solo era un asunto de los comunistas, sino que también inspiró el pensamiento liberal. En esta búsqueda de alternativas participaron activamente autores como John Stuart Mill y Henry George, para quienes la propiedad privada tiene sentido solamente si está acompañada de medidas impositivas radicales.
En medio de estas tensiones y conflictos, León XIII lanza un mensaje de conciliación, invitando a la armonía entre empresarios y trabajadores, y pidiéndole a los pobres que acepten su condición porque allí está reflejada la voluntad de Dios: “... a los afligidos por alguna calamidad se ve más inclinada la voluntad del mismo Dios, pues bienaventurados llama Jesucristo a los pobres”. Esta opción conciliadora de la catolicidad ni siquiera la compartieron los liberales.
Al tiempo que George se enfrenta con los terratenientes y los acusaba de “delincuentes” y “ladrones”, la Rerum Novarum invoca la propiedad de la tierra para los pobres, pero es tímida frente al poder terrateniente.
Los terratenientes se acabaron en Europa a principios del siglo XX. Y esta fue una condición básica para poder avanzar hacia la modernidad. En Colombia, los terratenientes siguen imponiendo sus condiciones, y para mantener este estado de cosas lo mejor es recurrir a la Rerum Novarum.
La catolicidad de Uribe es premoderna. Ordoñez lo acompaña desde la OEA, suplicándole, como lo hace en su tesis de grado, “... a nuestra señora la Virgen María… la restauración del orden cristiano y el aplastamiento del comunismo ateo”.
Las preocupaciones del papa Francisco son de otra naturaleza. Su encíclica Laudato Si’ abre discusiones relacionadas con el crecimiento verde, y supone de entrada que con los terratenientes no es posible la modernidad. El problema para Francisco no es el comunismo ateo, sino la búsqueda de las condiciones mínimas que permitan que la especie humana pueda permanecer en el planeta Tierra.