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El Dane acaba de presentar los resultados de la pobreza multidimensional por departamentos. Esta información es valiosa porque pone en evidencia las enormes brechas que existen en el país. No solamente entre departamentos, sino al interior de cada departamento. Usualmente, en los análisis de la pobreza, se prioriza la evolución a lo largo del tiempo, más que el examen de las diferencias inter e intra regionales. Es una fortuna que en este informe del Dane se puedan analizar las brechas.
En las estimaciones, además de los departamentos se incluye a Bogotá, que presenta la incidencia más baja, con un 4,4% de hogares pobres. La más alta es Guainía con 65%. Estas diferencias son alarmantes. El Plan de Desarrollo busca que “nadie se quede atrás”. Para monitorear este compromiso, es indispensable que las distintas mediciones de pobreza estén acompañadas de un índice de convergencia, que vaya mostrando la forma como los departamentos se van acercando - o alejando - a lo largo del tiempo. Así como se le sigue la pista a la distribución del ingreso a través del Gini, es importante observar la forma como evoluciona la pobreza entre los departamentos a través de un índice de convergencia.
Los análisis basados en los promedios desconocen las divergencias regionales. Los departamentos del país no están convergiendo. Pero, además, en su interior, sorprenden las diferencias entre las zonas urbana y rural. Las mayores distancias se observan en Vaupés (50,6 puntos porcentuales), La Guajira (38,4), Tolima (35,2), Chocó (29,7). Las menores en Arauca (7) y Valle (10).
Una de las tareas de las regiones administrativas de planificación (RAP) debería ser la búsqueda de la convergencia entre los departamentos que las integran. Al interior de las RAP las diferencias son marcadas. Por ejemplo, en la Región Administrativa de Planeación Especial (Rape) la incidencia de la pobreza es muy diversa. Además de Bogotá, hacen parte de la Rape, Boyacá con una incidencia de 16,6%, Cundinamarca con 11,5%, Meta con 15,6%, y Tolima con 23,5%.
Llama especialmente la atención la diferencia que se observa al interior de Bogotá. Las zonas rurales, como Sumapaz, tienen una incidencia de la pobreza de 19,2%. El promedio de 4,4% del conjunto de la ciudad, oculta la brecha entre la pobreza de las zona urbanas (4,3%), y la de las áreas rurales (19,2%). Esta diferencia de 14,9 puntos es inaceptable. No hay ninguna razón para que los habitantes de las áreas rurales de la ciudad no tengan las mismas condiciones de vida que el promedio. Más aún cuando la sostenibilidad ambiental de la aglomeración depende de la conservación de las cuencas, y de los páramos.
Bogotá debería entregarle a cada familia campesina de Sumapaz unos ingresos equivalente a la Unidad Agrícola Familiar (UAF), que en términos de la Ley 505 de 1999, serían tres salarios mínimos mensuales. Con esta transferencia de recursos se logran tres propósitos. Primero, se mejoran de manera sustantiva las condiciones de vida de los habitantes de Sumapaz. Segundo, esta transferencia no es un subsidio, sino que sería el pago por las actividades de conservación (guarda bosques y servicios ambientales). Y, tercero, contribuye a la sostenibilidad de la ciudad porque se protegería el páramo, y se acabaría con actividades productivas (ganadería y papa), que son incompatibles con la conservación ambiental.