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El crecimiento de la deuda pública está desbordado. Es uno de los problemas más complejos de las finanzas de los gobiernos. En Colombia, la deuda pública pasó de 43,8% del PIB en 2007 a 52% en 2016. Este crecimiento es importante, y como la valoración se realiza en pesos, la deuda externa aumentó como consecuencia de la devaluación del peso. Pero las cifras de Colombia son relativamente pequeñas comparadas con las de otros países. Basta mencionar algunos ejemplos. De acuerdo con el último informe del Banco de Pagos Internacionales (BPI), en Estados Unidos, entre 2007 y 2016, el saldo de la deuda pública pasó de 58% a 99% del PIB. En Francia de 64% a 97%. En Grecia de 104% a 179%. En Italia de 102% a 133%. En Japón de 147% a 201%. En Bélgica de 91% a 106%. En los países de la Ocde, que son los más desarrollados, el saldo de la deuda pública, como porcentaje del PIB, girar alrededor de 105%. En las economías emergentes (Brasil, China, India, Colombia…) también se observa un crecimiento importante de la deuda pública, pero a un ritmo inferior al de las naciones avanzadas.
Los datos muestran que se trata de un problema global, y que los intentos que se han hecho por reducir el monto de la deuda no han sido exitoso. Dicho de otra manera, los países no son juiciosos y, finalmente, no siguen el camino señalado por las diversas modalidades de regla fiscal. Han sido infructuosos los llamados que continuamente se hacen para que se reduzca el déficit público, de tal forma que no se tenga que recurrir a la deuda. Las proyecciones del BPI indican que la deuda continuará subiendo. En 2050, en Japón la relación entre el saldo de la deuda pública y el PIB sería de 380%. En Estados Unidos sería de 250%.
Estos desórdenes estructurales se explican por dos razones de fondo. Una, relacionada con la asimetría entre los impuestos y el gasto, y la segunda tiene que ver con la agudización de la volatilidad financiera internacional.
La asimetría entre impuestos y gastos se ha ido agudizando. Mientras que los tributos tienden a bajar con argumentos tan discutibles como el estímulo a la competitividad, los gastos son inflexibles a la baja y continúan aumentando. Numerosos bienes públicos - como la educación, la ciencia y tecnología, la protección ambiental - tienen costos marginalmente crecientes. En todos los países del mundo el gasto público continúa subiendo. Para corregir la asimetría estructural entre impuestos y gastos se ha propuesto, sin éxito, que haya pactos internacionales para que los capitales no puedan evadir los tributos en los paraísos fiscales. Los impuestos al capital son relativamente bajos, y se podrían aumentar de manera significativa. En Colombia el gasto público tiene que subir para que el país pueda tener un desarrollo comparable al de los miembros de la Ocde. Y la consolidación del posacuerdo requiere que haya un aumento significativo de los recursos públicos.
La deuda pública y la volatilidad financiera se alimentan mutuamente. La financiación de la deuda contribuye a incrementar la inestabilidad. En su búsqueda de recursos, los gobiernos ofrecen una mayor rentabilidad, encareciendo el costo de la deuda pública. El servicio de la deuda (amortización a capital e intereses) es el gasto más alto del gobierno colombiano, y en 2017, solamente para el pago de intereses, se destinarán $27 billones.