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En su reciente informe sobre la economía colombiana, la Ocde dice que en Colombia el “salario mínimo es elevado”. El exministro Carrasquilla (El Espectador, 5 de febrero) afirma que en el país el salario mínimo es “exageradamente alto”. Estas afirmaciones son extrañas porque el salario mínimo en Colombia es de US$2,01 la hora.
En varios países de la Ocde, el salario mínimo es cuatro o cinco veces mayor. En Estados Unidos se acerca a US$10 la hora. Hace poco el alcalde de Los Ángeles propuso aumentarlo a US$13,25 la hora. Alemania acaba de aprobar un nuevo salario mínimo de US$11,75 la hora.
La brecha entre el salario mínimo de Colombia y la de algunos de los países que serían sus pares en la Ocde es enorme. Frente a estas diferencias tan notorias, las conclusiones de Carrasquilla y de la Ocde van en contra de la evidencia más elemental.
Para justificar su conclusión que, obviamente, tiene un alto contenido político, la Ocde utiliza un curioso indicador: la relación entre el salario mínimo y la mediana del salario del conjunto de la economía. En Colombia esta relación es más alta que en otros países de la Ocde. En ninguna parte del informe se justifica la validez técnica de esta medición. Pero lo más cuestionable es la conclusión a la que se llega. En la lectura de Carrasquilla-Ocde la relación es la expresión de un salario mínimo “exageradamente alto”. Con otra mirada del indicador se podría llegar a una conclusión completamente distinta. La relación es elevada porque el denominador es exageradamente bajo. En Colombia la mediana del salario del conjunto de la economía es inferior a la del resto de países de la Ocde. Si el denominador es pequeño, es obvio que el indicador sea grande.
Los datos de la Ocde tienen que interpretarse al revés. No es que el salario mínimo sea “exageradamente alto”, sino que los ingresos laborales son bajos. Y la conclusión de política es contraria a la de Carrasquilla. En lugar de reducir el mínimo, habría que aumentar los ingresos laborales. De esta manera, el país se iría acercando a los estándares de la Ocde. No se trata, entonces, de deprimir el salario. ¡Todo lo contrario! Es necesario aumentarlo.
Los mayores salarios tiene tres ventajas. Primero, estimulan los aumentos en la productividad. Si el salario es una proxy de la productividad marginal del trabajo, el incremento de los salario es un incentivo para que los empresarios suban la productividad. Los altos salarios en Alemania son la mejor expresión de una alta productividad del trabajo. La Ocde reconoce que la productividad en Colombia es baja, y la solución que encuentra para mejorar la competitividad es deprimir el salario.
Este tipo de recomendación no tiene nada ver con lo que sucede en los países más desarrollados. En Estados Unidos y Alemania los aumentos del salario halan la productividad.
Segundo, los mayores salarios mejoran la demanda. Esta principio es elemental. Lo tenía claro Henry Ford desde principios del siglo XX. Para los empresarios es ideal que la capacidad de consumo de las personas aumente. La mayor demanda se traduce en más inversión y empleo. Y esta dinámica incrementa la utilidad de las empresas.
Y, tercero, el aumento de los salarios mejora el clima social y contribuye a la reducción de la desigualdad entre los propietarios del capital y quienes viven de los ingresos laborales.