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En los países del norte la marijuana cotiza en bolsa, como cualquier otro producto. Ayer el “marijuana index” llegó a 121,55 puntos. En el índice participan 43 empresas de los Estados Unidos y de Canadá. Frente a esta panorama es inaceptable que Colombia continúe con la lógica prohibicionista. Afortunadamente, el Gobierno comienza a tomar decisiones que van en la dirección adecuada. La reglamentación de la exportación del cannabis medicinal es un paso necesario, pero muy insuficiente.
A pesar del evidente fracaso de la “guerra contra las drogas”, sorprende la capacidad que ha tenido la lógica prohibicionista para continuar renovándose. No obstante, los ligeros avances, el Gobierno Duque insiste en mantener la bandera prohibicionista con un discurso que se repite, sin que los argumentos cambien. Desgraciadamente, el presidente Biden seguirá estimulando en los países del sur las medidas prohibicionistas, así que por ahora no se vislumbran alternativas distintas a la aspersión. Se repite un discurso inútil. Mientras tanto, amparadas en las economías ilegales, se consolidan las disidencias de las Farc, el ELN, y los grupos armados como el Clan del Golfo. La guerra continúa!
Uno de los autores más críticos de la lógica prohibicionista ha sido Friedman. Hace 30 años, en 1991, en una entrevista para America’s Drug Forum, se preguntaba: “¿Por qué destruimos y propiciamos el asesinato de miles de personas en Colombia”. Y de manera autocrítica continúa: “... Si pudiéramos aplicar nuestras leyes contra las drogas, no habría mercado para ellas. Colombia no estaría en el estado en que está”.
La pregunta continúa vigente. De acuerdo con Friedman, el asesinato de miles de personas en Colombia es una consecuencia del prohibicionismo. El número de muertos continúa aumentando. Friedman concluye su entrevista de manera enfática, “... la violencia es causada por la prohibición y por nada más”.
Pese a los esfuerzos por combatirlo, el narcotráfico permanece. En este proceso ilegal participan agentes privados, públicos, órganos de control, policía y ejército. El negocio es posible porque todos tienen su cuota, y la cadena de corrupción no se interrumpe. El gobierno ha dicho que a los líderes sociales los asesina el narcotráfico. Y Friedman diría, con razón, que el narcotráfico es una consecuencia directa del prohibicionismo.
El fracaso de la lucha contra las drogas se observa en las calles de las grandes ciudades, en las selvas de Colombia, y en el tráfico internacional. Los bancos y los paraísos fiscales continúan lavando los dineros de la coca. La mentira colectiva se adorna con declaraciones periódicas, y finalmente inútiles, en contra del sistema financiero que esconde dineros mal habidos. A pesar de la evidencia de los paraísos fiscales, no se toman decisiones que lleven a modificar tal estado de cosas.
Además, los paraísos fiscales han contribuido a consolidar la concentración de la riqueza, y a evitar que la tributación progresiva toque a las grandes fortunas. Desde esta perspectiva, hay una clara relación entre lavado y desigualdad.
Ningún mecanismo es perfecto, pero la legalización es un paso fundamental hacia el desarrollo de una institucionalidad muy superior a la actual. Mientras en Estados Unidos, en Europa, en Perú y en Bolivia, se avanza hacia diversas modalidades de legalización, Colombia continúa anclada en los viejos esquemas.