Analistas 21/03/2025

Monitoreo y evaluación

Jorge Iván González
Profesor de U. Nacional y Externado

Esta semana, en varias ciudades de país, se lanzó el libro “Compromisos Incumplidos. El gasto del Gobierno Nutre la desconfianza de los colombianos” de Fernando Rojas.

El texto pone el énfasis en el lado del gasto. Usualmente, las reflexiones sobre la hacienda pública y la política fiscal centran la atención en los ingresos, descuidando el examen del gasto. El monitoreo y la evaluación (M&E) han pasado a un segundo plano, y ello tiene una incidencia muy negativa en la eficiencia del gasto. La política pública no se suele evaluar en función de sus resultados.

Los aspectos relacionados con el M&E no son nuevos. Tal y como se muestra en el libro, aunque la literatura es extensa, en el país se le ha prestado muy poca atención. En los últimos años se le ha dado mucha importancia a la evaluación de impacto. Rojas expresa, con razón, su escepticismo por este tipo de análisis. Y considera pertinente otras aproximaciones más sencillas y adecuadas como las que están relacionadas con el desempeño de la gestión. Este tipo ejercicio permite tomar decisiones sobre la marcha del programa, de ta forma que se puedan corre-gir las falencias que se están presentando. La evaluación de impacto es muy exigente, sobre todo por la condición de ceteris paribus: durante todo el tiempo de ejecución del proyecto la única variable que se puede mover es la que se está analizando. Además de su complejidad metodológica, las evaluaciones de impacto que se realizan en el país no se suelen aprovechar para mejorar las decisiones de política pública.

Cualquier ejercicio de M&E pone en evidencia la naturaleza multisectorial, y multicausal de toda política pública. Difícilmente una meta dependerá solamente de un Ministerio, o de un sector. El resultado siempre es la consecuencia de causas diversas, imposibles de aislar. Las ciencias sociales tratan de jerarquizar los factores determinantes del resultado final, pero estos ejercicios son limitados, y a pesar de los intentos por precisar la incidencia de cada una de las variables, la evaluación final termina siendo borrosa.

Normalmente interactúan varios sectores en la búsqueda de un objetivo específico. Aunque esta realidad es reconocida sin mayor dificultad, el diseño del presupuesto no es consecuente con este diagnóstico. El gasto se fragmenta por sectores, departamentos e identidades (afros, mujeres, víctimas, jóvenes, campesinos, Lgbtiq+, indígenas, migrantes, etc.). En la práctica se desconoce la multicausalidad. Y en la ejecución del gasto a través de procesos que suelen ser engorrosos, se olvida lo más importantes: el resultado de la política y la forma como afecta la calidad de vida y el bienestar del ciudadano.

De manera equivocada, en la elaboración del presupuesto se enfatizan los aspectos formales y procedimentales, descuidando el objetivo final. Una de las mayores dificultades del Gobierno es la coordinación entre ministerios, y la relación entre éstos y los gobiernos locales. El M&E supone que los programas superan el enfoque parcial de un sector. Para conseguir buenos resultados se requiere que haya un orden institucional que permita coordinar los proyectos y las políticas.

Aunque en algunos momentos se han hecho avances importantes, el balance final no es positivo. Si se le prestara atención al M&E la ejecución del gasto podría ser más eficiente y, sin duda, repercutirá en mejores condiciones de vida para el conjunto de la población.