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No todo el dinero colocado en paraísos fiscales es ilegal, pero por su misma naturaleza, los paraísos son lugares idílicos para escapar a la tributación. Y son, además, un espacio propicio para esconder el patrimonio.
Los paraísos fiscales no deberían existir, pero este ideal es muy lejano. Los grandes capitales, que imponen sus condiciones a los gobiernos, no están dispuestos a renunciar a estos paraísos. Para el conjunto de la sociedad los paraísos son inconvenientes por las siguientes razones: i) Estimulan la “carrera de mínimos”. ii) Debilitan la inversión productiva y contribuyen a la especulación financiera. iii) Acentúan la concentración de la riqueza. iv) Le restan transparencia al mercado internacional de capitales.
Para Oxfam, los paraísos fiscales impulsan la “carrera de mínimos”. Si un país, aduciendo el estímulo a la productividad y la competitividad, reduce los impuestos a las empresas y a las personas más ricas, obliga a los demás países a hacer lo mismo. Es lógico que empresas e inversionistas traten de ubicarse en países con baja tributación. En los últimos años la reducción de las tarifas marginales al impuesto a la renta ha sido evidente. En 1975 varios países del norte tenían tarifas marginales superiores al 80%. Hoy, estas tarifas se han reducido al 40%-50%. Si Trump logra que el Congreso apruebe la nueva reforma tributaria que reduce las tarifas, obliga a que los otros países, comenzando por Canadá, tomen decisiones similares. El piso de este proceso a la baja lo fijan los paraísos fiscales.
Los paraísos fiscales favorecen la consolidación de derivados financieros, que debilitan la inversión productiva y contribuye a la especulación financiera. La rentabilidad de los derivados es más atractiva que la inversión empresarial. Esta es una de las principales conclusiones del libro de Piketty, El Capital en el Siglo XXI.
La desigualdad de la riqueza aumenta por dos razones. La primera, porque gracias a los paraísos fiscales, una porción importante de la riqueza no tributa.
En Colombia 1% tiene el 20% del ingreso del país. Y del total de su riqueza 88,3% no está gravado. Y, segundo, porque la estructura de las tarifas impositivas son menos progresivas. De acuerdo con las estimaciones de Oxfam, en el 2014, las 85 personas más ricas del mundo tenían un ingreso equivalente al de la mitad de la población del mundo de menor ingreso (3.500 millones de personas). En el 2016 se habían reducido a 62 ricos. Y hoy, en el 2017, la mitad de la población del mundo tiene el mismo ingreso que ocho súper ricos.
A pesar de las declaraciones de los gobiernos y del Banco de Pagos Internacionales, la información sobre las transacciones internacionales seguirá siendo opaca. Una de las características de los paraísos fiscales es contribuir al oscurecimiento de las transacciones del mercado. La claridad sobre la información enfrenta dos obstáculos estructurales. De un lado, la proliferación de derivados impide que la contabilidad mundial les pueda seguir la pista. Y, de otra parte, las presiones políticas de los grandes ricos que, al decir de Oxfam, “secuestran” los Estados, impide que se avance en transparencia.
Los “papeles de Panamá” y los “papeles del paraíso” apenas son una expresión más de una economía semi-oculta que seguirá su curso, mientras tanto los connotados personajes públicos que están en las listas se disculpan con argumentos poco creíbles.