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Las empresas de hoy están viviendo cambios sin precedentes. La inteligencia artificial, cuyo propósito es crear algoritmos y máquinas que puedan suplir las capacidades de los seres humanos, se desarrollan a un ritmo más acelerado. La pandemia ha transformado los negocios alterando los modelos que se consideraban tradicionales o volviéndolos obsoletos. De esta manera, los empresarios y directivos afrontan una incertidumbre total ante los desafíos que antes se presentaban lentamente pero que ahora parecen incontrolables.
Según el informe del Foro Económico Mundial sobre el Futuro de los Trabajos, el 50 % de todos los empleados necesitaran volver a formarse para el 2025, una fecha claramente no muy lejana. Según los miembros del Foro, esto se da porque la tecnología toma un papel cada vez más relevante que, implica, entre otros aspectos, fomentar las habilidades específicas, que no tienen que ver necesariamente con lo técnico. Dentro de estas habilidades están: el pensamiento crítico, la resolución de problemas, la autogestión, el aprendizaje activo, la capacidad de recuperación, la tolerancia al estrés y la flexibilidad.
Estas, conocidas como habilidades blandas serán esenciales en el desarrollo personal de los empresarios y directivos, así como el de sus organizaciones y colaboradores. Una sola persona o un grupo de directivos no son capaces de dirigir de forma eficaz una organización. Son precisamente sus colaboradores, por medio de las interrelaciones con sus equipos y con los eslabones de la cadena de valor de sus negocios, quienes podrán entregar un verdadero valor agregado a sus clientes y grupos de interés de forma sostenible en el tiempo.
El pensamiento crítico se vuelve indispensable para los líderes organizacionales porque, al estar rodeados de tantas noticias falsas, argumentos sesgados o débiles, están obligados a desarrollar un proceso de toma de decisiones basado en el análisis y evaluación de la realidad y en el razonamiento analítico. De este modo se fomentan en los equipos de trabajo discusiones con sentido para llegar a una interpretación de la realidad cierta.
La resolución de problemas nuevos, sumados a la anterior habilidad, crea en las personas una orientación a la acción que se vuelve critica en las situaciones cambiantes. Si se definen claramente los problemas, con base en un proceso de análisis adecuado, incorporando criterios de decisión que van alineados con el propósito que se persigue, se genera una dinámica que ningún algoritmo puede reemplazar.
Asimismo, la autogestión, esencial en estos tiempos en que las personas cada vez están más dispersas geográficamente o alejadas entre sí, constituye la base para que se logren los resultados esperados mediante el empoderamiento y el compromiso en la toma de decisiones autónomas.
El aprendizaje activo o la capacidad para adquirir nuevos conocimientos, modificar hábitos y estar abierto a los cambios son pilares fundamentales para afrontar la incertidumbre. Sin esta habilidad los empresarios y directivos no se podrán acoplar a las nuevas dinámicas de forma rápida y efectiva.
Por su parte, la capacidad de recuperación o resiliencia permite sobrellevar cualquier dificultad, soportar la presión y el fracaso y conseguir recuperarse y reinventarse ante situaciones críticas y cambios drásticos para salir fortalecidos como personas y empresas.
La tolerancia al estrés facilita tener el equilibrio personal frente a las dificultades para responder de una forma clara y centrada a situaciones cotidianas y adversas.
Por último, la flexibilidad o la habilidad de adaptarse a nuevas realidades, enfrentar desafíos y estar atentos a oportunidades es crítica ante la nueva realidad.
Si los líderes organizacionales desarrollan, mejoran y convierten en hábitos estas habilidades se encontrará el camino para lograr una verdadera sostenibilidad y, además, se estará en plena capacidad de enfrentar cualquier reto que se presente no solo para 2025 sino para el largo plazo.