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El mundo moderno que fundó sus bases sobre una cultura extractivista de los recursos naturales, ya migró hacia el desarrollo sustentable y por su definición la empresa privada será la protagonista de la conservación de estos recursos en el planeta. Así, deberá acuñarse la concepción de que no hay desarrollo sin empresa mucho menos sostenibilidad, en razón a que lo accesorio sigue la suerte de lo principal.
La protección del medio ambiente no es una facultad otorgada a la izquierda, así como la controversial “paz” en Colombia tampoco lo fue. Desde hace algún tiempo Gustavo Petro se pretende adjudicar como bandera de la “Colombia Humana” una que no le corresponde expropiar, ni nos conviene dejar expropiar de cara a las elecciones presidenciales 2022, la de la protección del medio ambiente con fines electorales. El discurso verde parece ser taquillero y por ende muchos lo quieren encarnar, unos con más fundamento y coherencia que otros.
Por estos días el proselitisimo manosea el medio ambiente y este se deja cortejar. No le corresponde protegerlo de forma exclusiva a la izquierda, ni al centro ni a la derecha, este es un derecho-deber de la humanidad y por ende corresponde a todos su salvaguarda. Este es un derecho que a la oposición del Gobierno la sorprendió inexpropiable y de lealtad distraída, pues el medio ambiente es pluralista en sus afectos y así servirá de bandera a tantos como quieran arroparse en ella para llegar a la Presidencia de la República. Las urnas serán las que juzgarán la coherencia de los programas de gobierno de los caudillos con dicho propósito, y a este particular me quiero referir con simple lógica.
El mejor guardián del medio ambiente, además del Estado, se debe identificar como la empresa privada en el libre mercado, puesto que es ella la que en el marco de su conquista por los mercados que atiende debe procurar un ejercicio competitivo manteniéndose sostenible. La tarea no es menor, pues la inversión en recurso para la innovación y desarrollo deba ser profunda y amplia, encomienda de difícil logro para el Estado y más aun cuando el mismo es deficitario desde antes de la pandemia, y en proyecciones lo será hasta una década después de la misma. De ahí que los postulados intervencionistas, supraimpositivos y estatistas de la izquierda y de algunos centros resulten incoherentes con dicho propósito. Si extinguen la empresa, asfixian el desarrollo sostenible. Probado esta ya que el modelo socialista es rival del empresariado y por ende bajo la lógica aquí delineada lo será del medio ambiente.
El empresario púgil en el mundo hoy, incluso más que el de antes de la pandemia, debe añadir a las herramientas con las cuales conquista a sus consumidores, la sostenibilidad. Difícilmente la empresa estatizada podrá lograr los niveles de desarrollo e investigación suficientes para lograr ejercicios sostenibles y competitivos, primero internamente y luego en el mercado mundial. Veo con la dificultad del malabarista primerizo al Estado ofreciendo productos de calidad, innovadores, a buenos precios y con buen servicios, además de sostenibles.
Así pues, además de muchos otros motivos por los cuales ni la izquierda ni sus postulados convienen a la azotada Colombia, se suma el de mantener una República competitiva, sostenible, y coherente con la protección del medio ambiente.