MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
Hay hechos que se idean para sostener mentiras, pero a veces estas son tan burdas que esos mismos hechos las desmienten. La posesión ilegitima de Nicolás Maduro como presidente de Venezuela, es ejemplo de ello. El robo de las elecciones del pasado 28 de julio fue tan de bulto y la estrategia de recolección de las actas imposibles de alterar ideada por María Corina Machado fue tan clara que, el régimen no pudo desvirtuar el fraude vulgar avalado por el Consejo Nacional Electoral y el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela. Hechos que el acto de posesión del dictador Maduro, el pasado 10 de enero, no hicieron más que confirmar. Todo fue prefabricado, forzado, empezando porque el recinto estaba lleno de cómplices, encabezados por los dos dictadores latinoamericanos, Miguel Diaz Canel de Cuba y Daniel Ortega, de Nicaragua. También asistieron el presidente del congreso de Rusia y un enviado del presidente de China, quienes debieron ir a tutelar su petróleo, hipotecado por Venezuela. La inmensa mayoría de países del continente americano, no avalaron con su presencia la posesión del dictador, tampoco los países de la unión europea, como quien dice el sistema democrático fue el gran ausente.
Toda la cúpula de las autoridades venezolanas cómplices del robo de las elecciones, acudieron prestas, genuflexas, temerosas. La mesa principal fue presidida por Jorge Rodríguez presidente de la asamblea legislativa, hermano de Delcy Rodríguez, la vicepresidente de Venezuela, hombre arrogante, desafiante porque se siente indispensable para sostener al dictador. En la misma mesa estaban la presidenta del tribunal supremo de justicia de Venezuela, Caryslia Rodríguez, saludando genuflexa a Maduro y, Elvis Amoroso, presidente del Consejo Nacional Electoral, principal actor del robo de las elecciones, también Tarek William Saab, el fiscal general, cuestionado por organismos internacionales como violador de los derechos humanos. En el mismo recinto, Diosdado Cabello el carnicero del régimen, henchido de poder y de abusos, pero todos genuflexos ante el dictador entronizado, quien con frecuencia hacía alusión y exaltaba la lealtad de sus cómplices.
Al lado de esta fronda vergonzosa de complicidades no podía faltar el enviado del presidente Petro y de su canciller Murillo a quienes les dio vergüenza asistir a la posesión de Maduro, porque el pecado acobarda, cosa que no les impidió tirar la piedra, haciéndose representar por su embajador y tratar de ocultar la mano. Murillo, quien fue candidato a la vicepresidencia de Sergio Fajardo, quien hoy va adelante en las encuestas presidenciales, prefirió desde su llegada a la cancillería, renunciar a todo rasgo de carácter y plegarse sin condiciones a la política internacional de su jefe, así como él mismo dice, no esté de acuerdo en materias trascendentes que el canciller las denomina “técnicas” tratando de perdonarse a sí mismo.
El discurso del dictador estuvo cargado de insultos al gobierno norteamericano, cuidándose de no hacer referencias a Trump pero sí a Biden. El dictador se comparo literalmente con David, vencedor con su honda del gigante Goliat. Tampoco falto la alusión al imperio español de la conquista de América, y entonces dijo textualmente que él, era Simón Bolívar. Los asistentes que entendían, como el embajador de Colombia, aplaudían a rabiar. Los enviados de Rusia y China con la traducción simultánea descompuesta lo hacían por inercia.
Mientras aquel grupo cómplice de la dictadura celebraba, en Washington, la administración demócrata de Biden anunciaba que elevaba las recompensas, por quienes son requeridos por narcotráfico en una corte de justicia de Nueva York: 25 millones de dólares por Maduro y otros 25 por Diosdado, por Padrino López, US$15 millones.