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Tribuna Parlamentaria 21/08/2021

No desconocer la realidad

José David Name Cardozo
Senador de la República

Para nadie es un secreto que cambiar la ecuación energética de Colombia requiere de mucho tiempo y esfuerzo. A fin de lograr una conversión favorable y sostenible hacia las energías renovables, hemos ido trazando una ruta confiable con leyes como la 1715 de 2014 y la 2099 de 2021, con las que buscamos ir ampliando la disponibilidad de los recursos energéticos para reemplazar, de manera paulatina, las fuentes fósiles. Un proceso que sería inconcebible sin el respaldo de la industria petrolera.

Es preocupante la ligereza con la que algunos líderes políticos abordan temas tan trascendentales para el país como la explotación minero energética. Desconociendo la realidad Nacional y escudándose en el desarrollo sostenible, lanzan propuestas que atentan contra las finanzas del país y el avance mismo de las energías renovables.

Se dice fácil “suspender la exploración petrolera” pero, ¿cómo reemplazamos, de un día para otro, los dineros que aporta esta industria a la Nación?, ¿de dónde sacamos los millonarios recursos que entrega el sector por concepto de regalías o los altos dividendos que produce Ecopetrol?, ¿cómo avanzamos en los planes y proyectos de descarbonización sin el apoyo de la industria? Como estos, surgen muchos interrogantes cuando en medio de un debate apasionado y sin fundamentos se busca satanizar a un sector que es motor de la economía.

En 2018, uno de los años con mayor nivel de renta petrolera en el último quinquenio, las compañías de exploración y producción de hidrocarburos, según cifras oficiales, aportaron al Estado $21,7 billones, 70% lo recibió el Gobierno Nacional, mientras que 30% correspondió a las regalías. Aunque en 2020, la pandemia mundial impactó a la industria de forma dramática, en 2021 han resurgido las expectativas sobre el crecimiento de la economía debido a los precios del crudo, que podrían traducirse en ingresos adicionales para el país, por encima de los $4,2 billones.

Si bien la alta dependencia de la industria petrolera ha traído grandes dolores de cabeza a la economía nacional, por la volatilidad de los precios y las variaciones en la producción, no podemos negar los importantes beneficios que ha generado durante más de 100 años. Al ser un sector que en los últimos ocho años ha aportado $153 billones en ingresos para el país, con la mayor participación en la canasta exportadora, cuya renta petrolera equivale a 12% de los ingresos corrientes de la Nación, es totalmente absurdo que en estos tiempos de gran estrechez fiscal, algunos estén pensando en eliminarlo de tajo sin analizar las consecuencias negativas que traería para la economía colombiana.

La posibilidad de tener que recurrir en los próximos años, a la importación de combustibles teniendo recursos propios, es realmente aterradora. Pese al proceso de cambio hacia Fuentes No Convencionales de Energía Renovable (FNCER) que se está dando a nivel mundial, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (Opep) proyecta que el uso de combustible aumentará en 3,28 millones de bpd para 2022. Queramos o no, la realidad es que durante un largo tiempo seguiremos necesitando petróleo y será mejor producirlo nosotros mismos.

No hay duda que para avanzar en la transición energética es necesario el respaldo de la industria petrolera, por lo tanto, hay que seguir potenciando los recursos de crudo y gas. En esta etapa de reconstrucción de la economía es clave garantizar la sostenibilidad fiscal del país y la autosuficiencia energética, a través de un cambio gradual que maximice los retornos de la industria.

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