MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
Más tarde de lo previsto, pero arrasando sin control, llegó la segunda temporada de lluvias que ya afecta varias regiones del país. La alta vulnerabilidad que mantenemos ante los eventos climáticos y el incierto panorama que se avecina en los próximos meses, nos exige repensar las acciones de prevención y preparación que se están realizando en el país para mitigar el impacto del cambio climático, así como también ir atendiendo las urgencias que se están registrando.
Para este mes de noviembre se espera la llegada del fenómeno de La Niña. Según la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (Noaa, sigla en inglés) existe 60% de probabilidades de que se produzca, y se estima que persista hasta enero o marzo de 2025.
Aunque la intensidad fue calificada como débil, hay que mantener las alertas y tomar las medidas de prevención necesarias para evitar posibles tragedias.
El pasado fin de semana nos visitó el ciclón tropical Rafael, que se convirtió en huracán de categoría 1, alertando de la que será una temporada fuertes precipitaciones y fenómenos climáticos, que podrían ocasionar inundaciones, desbordamientos, deslizamientos, y todo tipo de emergencias.
Los catastróficos eventos ocurridos en Valencia, España, debido al calentamiento global, han puesto sobre la mesa la urgencia de cambiar el paradigma a una cultura preventiva y no reactiva, tal y como ha exhortado la Organización de las Naciones Unidas.
Al repasar los últimos 170 años de historia, podemos concluir que Colombia se ha caracterizado por ser una Nación consciente de sus riesgos y amenazas, pero poco inclinada a desarrollar una política pública que se anticipe a los hechos. Una constante en el país siempre ha sido la falta de previsión frente a los desastres naturales. Por lo general hemos tenido que actuar sobre la desgracia, es decir, cuando las casas están en el piso y las personas muertas. Lo peor es que seguimos bajo el imperio del después de, sin que nos llegue la hora del antes de, en materia de calamidades, lo cual sirve sin remedio a la pérdida de vidas humanas y económicas.
Durante esta ola invernal se viene un nuevo examen en términos de gestión del riesgo de desastres. Aunque en una porción del territorio nacional se ha avanzado en la prevención de tragedias naturales o se han atenuado los impactos que ayer eran mortales, todavía se presentan muchas emergencias que se pueden prevenir con acciones y obras anticipadas.
Es prioritario y urgente que la Nación, departamentos, distritos y municipios profundicen el trabajo en relación con el impulso de políticas de mitigación y adaptación al cambio climático. Los desafíos actuales nos exigen estar listos para afrontar cualquier situación de riesgo, lo pertinente es que en lugar de reaccionar ante la desgracia se acompañe con mayor énfasis a los entes territoriales en la tarea de prevenir y activar los planes de contingencia.
La política pública a todos los niveles debe concentrarse en lo que hay que prevenir para que al país le vaya mejor.