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En estos últimos dos años el sector del agro ha demostrado tener gran protagonismo y resiliencia en la economía nacional. Indicadores de desempeño positivo pese a la emergencia sanitaria, las protestas sociales y las variaciones climáticas, dan cuenta del enorme potencial que tiene el sector y de la creciente deuda que existe debido al histórico abandono que han mantenido sucesivos gobiernos con la locomotora agropecuaria, que sigue sin desplegar toda su capacidad.
La reivindicación del país con las actividades del campo no puede darse en un mejor escenario que el actual. Una búsqueda de nuevos modelos de producción sostenible que catapulte el desarrollo del agro colombiano, su participación en la economía y en la canasta exportadora, será clave para que el sector mantenga su dinamismo durante el 2022 y ayude a combatir la pobreza y el hambre que golpea a millones de familias colombianas.
La transformación de la actividad agropecuaria en el país es un paso fundamental para superar la inseguridad alimentaria, que según el informe presentado, este mes, por la Cámara de la Industria de Alimentos (Andi) en alianza con la Red de Bancos de Alimentos de Colombia (Abaco), toca a 21 millones de colombianos, quienes tienen dificultades para comprar comida. Un panorama reprochable desde todo punto de vista, sobre todo en un país con el potencial agrícola, y la riqueza en biodiversidad de Colombia.
Al estar entre uno de los pocos sectores que durante el 2020 registró crecimiento en el PIB, y uno de los que durante el 2021 se ha mantenido avanzando, su papel en la recuperación es esencial. Mucho más si tenemos en cuenta que según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO): “el crecimiento global del PIB derivado de la agricultura es al menos dos veces más eficaz en la reducción de la pobreza que el crecimiento generado en los sectores no agrícolas, y hasta cinco veces más eficaz que otros sectores en los países de escasos recursos e ingresos bajos”.
El principal desafío que tenemos es direccionar el agro colombiano hacia el camino de la sostenibilidad; que pasemos de la agricultura convencional a una autosuficiente y sustentable, con la que se garantice la seguridad alimentaria y se promueva la conservación, protección y el cuidado de los recursos naturales. Innovar en el campo, a través de prácticas sostenibles debe estar entre las principales prioridades de los próximos gobiernos.
Debido a la alta vulnerabilidad que tiene Colombia a los efectos del cambio climático, la actividad agropecuaria padece profundamente ante fenómenos extremos como las sequías o las lluvias intensas. Eventos que pueden contrarrestarse a través de prácticas responsables con el medio ambiente como el uso de fertilizantes con baja huella de carbono, que permiten la producción de cultivos más resistentes, con una mejor calidad y productividad.
Alinear el sector con el desarrollo sostenible debe convertirse en uno de los grandes caballos de batalla del Gobierno Nacional. El restablecimiento de la confianza y la competitividad del agro sólo se dará cuando se priorice el campo con políticas públicas y programas adaptados a la nueva realidad mundial.