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El historiador Eric Hobsbawn ha argumentado que el siglo XXI arrancó efectivamente en 1991 con el colapso de la Unión Soviética. Usando una analogía se podría decir que 2025 inició con la victoria de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos el pasado 5 de noviembre. El candidato republicano no solo tuvo una holgada victoria, alcanzando 312 colegios electorales, sino que además ganó el voto popular, es decir, la mayoría simple de los sufragios. A esto se le suma el control republicano del Senado, con 53 escaños, y de la Cámara baja con 219 representantes. El electo presidente Trump inicia su segundo período con un capital político amplio y un mandato popular.
Hasta su posesión, el 20 de enero de 2025, tendremos el preámbulo de un gobierno que rápidamente dominará la escena global. El 2025 será el año de Trump. Desde el punto de vista económico, la nueva administración se centrará en extender la reducción de impuestos de renta corporativa, lo cual implicará una presión adicional sobre las finanzas públicas de Estados Unidos, en aumentar de forma súbita y quizás generalizada los aranceles de bienes importados, primero para China y México, pero luego a Europa y otras latitudes, en impulsar una agenda de desregulación, en estimular la producción de petróleo y en restringir la migración, buscando deportar residentes ilegales.
A diferencia de su primer mandato, Trump tiene una agenda más ambiciosa y detallada, cuenta con un equipo en sintonía con sus propuestas y no perderá ni un solo minuto. Los efectos de su política, que los mercados financieros ya empiezan a anticipar, tendrán un efecto importante en la economía global y local.
Más allá de temas puntuales de inmigración y narcotráfico, Colombia no parece ser una prioridad para Trump, pero muchas de sus políticas económicas podrían tener efectos adversos en nuestro país. Un mayor déficit fiscal en Estados Unidos presionaría al alza las tasas de interés de largo plazo y obligaría a la Reserva Federal a ser más cautelosa en sus recortes de tasas como resultado de presiones inflacionarias adicionales. Colombia al tener una situación frágil tendría que recurrir en este escenario a préstamos más onerosos en 2025.
Mayores aranceles nos pueden afectar directa o indirectamente. El sector público y privado de nuestro país deben trabajar en una estrategia diplomática conjunta para evitar un escenario que incluya a nuestros productos en la canasta de bienes sujetos a mayores aranceles. En este contexto, pensar en modificar el Tratado de Libre Comercio es más un riesgo que una oportunidad para Colombia. Incluso en ausencia de aranceles para nuestros productos, la posible guerra comercial que pueda desatar dicha política puede generar una reducción en la actividad económica global y una fortaleza del dólar en la escena internacional, que sumado a políticas de estímulo a la oferta de crudo en Estados Unidos se traduzca en menores precios de petróleo, afectando nuestras cuentas externas.
Adicionalmente, una política migratoria mucho más restrictiva podría afectar a nuestros compatriotas en Estados Unidos y las remesas que envían. Varios analistas internacionales empiezan a incorporar en sus proyecciones un menor crecimiento en países emergentes por cuenta de esta agenda económica. Existen también oportunidades para Colombia, pero solo si sabemos jugar bien nuestras cartas.