ANALISTAS 05/04/2025

Construir puentes

José Joaquín Ortiz García
Presidente de Joyco

En la industria de la infraestructura, el talento humano es el primer y más crítico insumo. Los proyectos no se diseñan solos, ni se ejecutan por arte de magia: requieren de ingenieros y especialistas bien formados, motivados y conectados con las mejores prácticas globales. Por eso, cuando hablamos de escasez de talento en países como Canadá, Estados Unidos o Suiza, y al mismo tiempo de un abundante número de jóvenes ingenieros graduados en países como Colombia, no estamos frente a un problema, sino frente a una oportunidad.

Una oportunidad que empieza por reconocer lo que muchas veces pasa desapercibido: el papel esencial -pero invisible- que cumple la ingeniería en nuestra vida diaria. Así lo plantea Andréa Galli, CEO de ARX y presidente de la Asociación Suiza de Consultores, en su artículo «L’art de l’ingénierie, moteur de notre quotidien : comment la construction façonne la Suisse», publicado en el número especial de Focus Swiss sobre ingeniería, infraestructura y construcción.

Galli describe cómo cada gesto cotidiano -encender la luz, beber agua, llegar al trabajo- es posible gracias a soluciones que surgen del trabajo creativo y riguroso de ingenieros y diseñadores. Y lanza una advertencia: la ingeniería suiza se enfrenta a una escasez creciente de profesionales calificados y necesita no solo reconocimiento, sino también nuevas vocaciones.

Esa reflexión me llevó a pensar en Colombia, donde cada año se gradúan miles de ingenieros talentosos. Muchos de ellos tienen las competencias necesarias para participar en proyectos de escala global, pero carecen de oportunidades concretas para hacerlo. En vez de lamentarnos por la llamada “fuga de cerebros”, podríamos pensar en modelos de colaboración: centros de ingeniería remota, equipos técnicos compartidos entre continentes, convenios académicos entre universidades y programas de mentoría donde jóvenes latinoamericanos aprendan junto a profesionales sénior de Europa o Norteamérica.

Estos esquemas no solo ayudarían a suplir la escasez de talento en países desarrollados; también permitirían a nuestros ingenieros formarse en metodologías de punta y regresar con ese conocimiento a sus países de origen, enriqueciendo sus propios mercados. Se trata, como sugiere el artículo suizo, de evitar que el conocimiento se pierda por falta de conexión entre generaciones y de revitalizar la profesión mostrando su impacto concreto en el bienestar colectivo.

Según el más reciente informe del Acec Research Institute de Canadá, el sector de servicios de ingeniería y diseño generó ingresos por US$46.400 millones canadienses en 2022 y empleó directamente a más de 225.000 personas. A pesar de estas cifras robustas, uno de los principales retos del sector sigue siendo la contratación de personal calificado: 89% de las firmas reportaron vacantes abiertas, y el número promedio de posiciones sin cubrir es de seis por firma. En Estados Unidos, la situación es similar, y el optimismo empresarial crece, pero siempre con la preocupación constante por el acceso a talento especializado.

Entonces, ¿cómo hacer que el talento colombiano -o de países con tradición ingenieril pero menor exposición internacional- se integre al engranaje global sin desarraigarse por completo? La respuesta está en promover modelos colaborativos en los que el ingeniero no “se va”, sino que “se conecta”. Que participe en proyectos de energía en Texas desde Medellín, que codiseñe plantas de tratamiento en Ontario desde Bogotá, o que se forme en estructuras avanzadas con un mentor suizo, sin tener que dejar su país de forma permanente.

Esto implica retos. Las empresas locales deben prepararse para estándares internacionales. Los gobiernos deben promover políticas migratorias y laborales que faciliten la colaboración técnica remota. Las universidades deben actualizar sus planes de estudio para responder a las demandas reales de una ingeniería globalizada. Y las asociaciones gremiales -como Fidic a nivel internacional o la CCI en Colombia- tienen un rol clave como facilitadores de estas conexiones.

Pero también implica enormes beneficios. No solo se reduce la presión sobre países que enfrentan un envejecimiento acelerado de su fuerza laboral; también se democratiza el acceso a conocimiento de alto nivel, se generan nuevas fuentes de ingreso para profesionales jóvenes, y se fertiliza de manera cruzada el desarrollo de infraestructura en ambos extremos del puente.

Mi llamado es a construir puentes, vías de doble sentido por donde circulen ideas, aprendizajes y oportunidades. Conectar el talento de Colombia con las necesidades de proyectos internacionales no es solo un acto generoso, sino una estrategia inteligente que impulsa el desarrollo tanto del país como del sector. Y es tiempo de actuar.