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Trabajar por el desarrollo sostenible desde las empresas es, sobre todo, ser conscientes de que el estado del mundo y las acciones de la humanidad son dos asuntos que deberían ir -siempre- en la misma conversación. Parecería obvio, pero la historia es el principal testigo de que, durante siglos, no lo fue. Los registros de los primeros diálogos que se dieron a nivel global sobre el tema se encuentran hacia los años 70 y en Colombia, como en algunos otros países de la región, 20 años más tarde, hacia los 90.
En 1993, se expidió la Ley 99 en la cual se integraron variables económicas, sociales y ambientales para definir desarrollo sostenible como “el que conduzca al crecimiento económico, a la elevación de la calidad de la vida y al bienestar social, sin agotar la base de recursos naturales renovables en que se sustenta ni deteriorar el ambiente o el derecho de las generaciones futuras a utilizarlo para la satisfacción de sus propias necesidades”.
Esta definición local coincide en un aspecto esencial con las tantas otras que se encuentran a nivel global: desarrollo sostenible es, sin duda alguna, medio ambiente, pero también es bienestar social y calidad de vida no solo para quienes, justo en este instante, vamos dando nuestro paso por el mundo sino también para quienes no han llegado a él o acaban de hacerlo.
Esta última idea ha sido tan poderosa como para que hoy tengamos defensores adolescentes que además de estar haciendo oír su voz a nivel mundial, están construyendo su identidad a partir de ello. El llamado para todos los países y sectores de la economía es claro: si no actuamos ahora, ¿cuándo?
En 2012, la Organización para las Naciones Unidas entregó al mundo una lista de los 17 objetivos más urgentes a los que nos enfrentamos, recordándonos no solo que el estado del mundo y nuestras acciones van en la misma conversación, sino también que el llamado es de urgencia. El registro abarca retos sociales como la equidad de género y el trabajo decente, ambientales como el cambio climático y económicos como el crecimiento sostenido, inclusive y sostenible.
Hace unas semanas, Alexa Dembek, líder Global de Tecnología y Sostenibilidad de DuPont, multinacional que tengo el honor de representar en la Región Andina, presentaba los Objetivos de Sostenibilidad 2030 de la compañía y en su exposición resaltaba, entre otras, la inspiración y alineación que estos tienen con los enlistados por la ONU. Lo destacable aquí es ser testigos de cómo grandes compañías y líderes empresariales alrededor del mundo hemos entrado a la conversación por el desarrollo sostenible y hemos actuado en concordancia con él. Atendemos el llamado de urgencia y alzamos la mano, como lo han hecho los líderes jóvenes, para dar constancia de que aquí estamos, con nuestra capacidad para actuar en conjunto con quienes se vayan sumando a estos compromisos.
Tengo un compromiso personal y profesional para poner el desarrollo sostenible en el centro de mis acciones y estrategias, pues más allá de edades, nacionalidades o sectores de la economía, somos la generación de la acción, del ahora, de las decisiones a conciencia por grandes o pequeñas que sean. Los retos son de la humanidad y de nuestro entorno y, por lo tanto, es entre todos y desde hoy que debemos responder a ellos.