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Al analizar el comportamiento de nuestra economía en el año que termina el balance es negativo, las sensaciones son agridulces y generan más dudas que esperanzas. Resulta paradójico que los aspectos rescatables se dan a pesar de las políticas propuestas por el Gobierno, al que únicamente se le debe resaltar el esfuerzo en eliminar los subsidios a la gasolina, como una medida responsable sin embargo insuficiente, para salir y sacar pecho en materia del manejo de las finanzas públicas.
Nuestra inflación va a terminar muy por encima de todas las expectativas que se tenían al inicio del año la cual se calculaba a niveles de 5,5%, y terminará cercana a 9,5%; no hay nada que celebrar. No podemos continuar con el falso discurso según el cual esta viene disminuyendo, los resultados son negativos, nos acostumbramos a esta carestía y hoy la vemos como un fenómeno normal y no entendemos los efectos que en la población más vulnerable puede generar.
El Gobierno se sienten orgulloso por el cumplimiento de la regla fiscal, sin entender que se debe en gran medida a la cuestionable gestión y a la baja ejecución , sin que pueda verse como un elemento de tranquilidad. Adicionalmente, el Gobierno pasa el año en esta materia gracias a las excelentes cifras del sector extractivo que quiere destruir, que resultó ser su salvavidas en materia de inversión extranjera y está aportando los recursos para que las cuentas fiscales cierren; que paradoja
Hoy se celebra el nivel en que se encuentra nuestro peso con respectos al dólar el cual se encuentra a niveles razonables después de haber roto la barrera de los $5.000, a los cuales llegó dada la incertidumbre que generó el plan económico de Gobierno, sus anuncios de acabar con el sistema de salud, destruir el sistema energético, acabar con el ahorro pensional por promover una reforma laboral que acaba el empleo y aumenta los costos laborales, así como por su animadversión al sector privado. Sin embargo, el buen comportamiento se debió a que los mercados vieron la incapacidad de concretar esas medidas y se tranquilizaron. Al respecto, hay que agradecer a las Cortes que han actuado como un muro de contención y han frenado gran parte de sus medidas que carecían de sustento legal y técnico. Es por esta razón que el dólar está en los niveles que estamos viendo y que el déficit estuvo en los rangos del Marco fiscal.
Para 2024 las perspectivas son negativas, la caída en inversión privada y en los principales sectores de la economía, la construcción de obra civiles, de vivienda, de la industria manufacturera y del comercio, nos auguran un año con un una actividad económica debilitada y con poco o nulo crecimiento económico. Esto afectará el recaudo tributario y la generación de empleo que ya empieza a mostrar signos de deterioro en los últimos meses y, cuyos efectos se empezarán a ver con mayor fuerza en el primer trimestre del próximo año. A esto se debe sumar el riesgo que hoy tenemos por una subida del salario mínimo superior al costo de vida, que sería otro golpe al empleo y que pondría en riesgo los esfuerzos por contener la inflación que sigue por las nubes. Adicionalmente, atentaría contra el acceso a la vivienda de interés social y contra la reactivación de la economía. Recordemos la inversión es el motor del crecimiento económico y de la generación de empleo y, que es este gobierno el que se ha empeñado en quitarle competitividad a las empresas y en destruir la iniciativa privada.
No podemos olvidar por la época navideña, que todas estas iniciativas que ponen en riesgo el empleo, la salud, el trabajo y la empresa privada siguen su curso en el Congreso de la República, no es momento de cantar victoria y creer que ese riesgo está disipado. Hemos visto que nuestros partidos políticos con contadas excepciones terminan cediendo frente al Gobierno y aprobando sus iniciativas, por intereses mezquinos y personales. Seguimos en riesgo, 2024 no pinta bien, no nos podemos relajar, tenemos que cuidar nuestra economía.