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En los últimos días el tono del discurso y el nivel de confrontación han incrementado su intensidad. Al Gobierno del presidente Gustavo Petro le quedan casi de tres años y si continuamos a este ritmo, el 7 de agosto de 2026 el país estará en medio de una de sus peores crisis sociales, a causa de una división irreconciliable entre el sector productivo y el Gobierno Nacional que pretende la estatización de los medios de producción y la exacerbación de la mal llamada lucha de clases.
Ya es claro que el Presidente no va a cambiar su discurso y que, por el contrario, continuará radicalizándolo. De igual manera, ha quedado en evidencia su casi nula capacidad de ejecución y de plasmar sus discursos en hechos concretos acordes con la realidad jurídica y económica. Sin embargo, cada vez que se pronuncia, los efectos políticos y la ansiedad que genera en la sociedad y la economía son evidentes, logra desestabilizarlo todo, que el país gire en torno a sus palabras y que el sector privado salga a buscar rectificaciones, aclaraciones o a defenderse ante el ataque recibido.
Creo que llegó el momento de que cada uno de nosotros, como miembros de una sociedad, hagamos lo que mejor sabemos hacer, que el sector productivo continúe con su labor de generar riqueza, crecimiento, desarrollo, empleo y deje de defenderse de cada ataque delirante que recibe. Estoy convencido de que el sector privado ha perdido competitividad y productividad por estar contestando cada uno de estos.
Las discusiones deben salir del ámbito mediático para centrarse en los escenarios donde se deben surtir, la mayoría de ellas en el legislativo que, para sorpresa de muchos, ha demostrado en el último tiempo la serenidad y responsabilidad que tanto se le reclamaba, ha actuado como contrapeso en la división de poderes, negándose a aprobar algunas propuestas que atentarían contra los logros obtenidos por la sociedad. El debate de la salud, el empleo, la energía y demás, ha tenido en el Legislativo, congresistas que han impedido con su actuar responsable, que el país cometa harakiri.
Ahí es donde todos debemos dar ese debate y plantear los argumentos con la convicción de que las instituciones funcionan. De igual manera, se ha visto la discusión en las altas cortes donde estas han defendido nuestro Estado de Derecho y nuestra Carta Política ante los constantes atentados por parte del Ejecutivo. Allá es donde debemos plantear las objeciones técnicas, los argumentos jurídicos y económicos en contra de las decisiones equivocadas.
Es hora de que trabajemos haciéndonos a la idea de que no existe gobierno y que sea nuestra sociedad, la ciudadanía trabajadora, las empresas, las instituciones, las que sostengan nuestra Nación. Debemos creer en nuestra capacidad de resiliencia y de generar bienestar incluso a pesar de nuestro gobernante. Los funcionarios públicos saben hacer su labor y son una fuerza inmensa que puede mantener al ejecutivo funcionando y a las entidades cumpliendo con sus obligaciones, debemos agradecerles su compromiso y dedicación.
Debemos aprender de los ejemplos, en Perú se cae un presidente y la inversión y actividad privada continúan, en Italia o España las coaliciones no logran consolidar gobiernos y aun así las entidades continúan cumpliendo con sus deberes, el sector privado hace caso omiso de esas circunstancias y la vida económica continuo e incluso en eso momentos se dinamiza.
El país requiere que los gremios no se desgasten contestando a cada palabra del Presidente, que los inversionistas al analizar nuestro mercado descuenten la ausencia de Gobierno y valoren la fuerza de nuestras instituciones, que nuestros empresarios prioricen su competitividad, optimicen sus procesos, inviertan, generen empleo y fortalezcan sus actividades y que los ciudadanos, como siempre ha sido, trabajemos fuertemente sin esperar falsos regalos del Estado, así fortaleceremos nuestra unidad y sostendremos nuestra sociedad. Así superaremos esta amarga noche.