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La campaña presidencial y los días posteriores a la elección de Gustavo Petro como presidente de la República nos están dejando, independientemente de su clara victoria y fuerza demostrada, una dura conclusión y es la absoluta ausencia de liderazgo y de nuevas figuras que estén preparadas para dirigir las riendas de nuestro país a partir de agosto de 2026.
Es inaudito que el país haya llevado a segunda vuelta a competir contra Gustavo Petro a un candidato carente de programa, de experiencia y de liderazgo, es inaceptable que un discurso vacío en contra de la corrupción nos haya llevado a la sin salida de la elección. Sin embargo, esto es producto de la ausencia de figuras políticas con preparación, vocación y generosidad, así como a la existencia de partidos de bolsillo con caciques del pasado que se consideran dueños de una ideología inexistente.
Igualmente, la desconexión de los líderes del sector privado y en especial de nuestros dirigentes gremiales nos ha llevado a esta realidad. Si bien está claro que defienden intereses particulares y legítimos, sus utilidades y bienestar individual, es más cierto que deben pensar en el interés colectivo y, en especial, en que las condiciones de vida de los ciudadanos, si la sociedad no tiene las condiciones mínimas, no puede acceder a los productos que los privados proveen. No puede ser que la dirigencia sectorial se haya enfocado y haya creído que la política pública se desarrolla a través de obtener del Estado, gabelas, beneficios económicos y en especial tributarios para si. Un sector no se desarrolla a través de capturar rentas del Estado sino de su propia competitividad. Esta es una de las principales razones por las cuales nuestro sistema tributario es una colcha de retazos y por la cual el discurso populista y poco informado de las exenciones ha tomado vuelo, por ello, se atrevan a decir que no se debe ampliar la base de contribuyentes ni gravar con IVA una gran cantidad o la totalidad de los bienes que se consumen.
El país debe replantear los liderazgos, nuestros dirigentes gremiales deben cambiar y formular sus actuaciones hacia la búsqueda de una efectiva competitividad que no se derive únicamente de los esfuerzos fiscales del Estado, que provenga de acciones propias de sus sectores, de capacidad de innovación y de ventajas competitivas derivadas de mano de obra, logística, clima y demás y no, a que de alguna manera estén subsidiados por parte de los ciudadanos con sus impuestos. Debe replantearse la forma en que se acercan al Gobierno, pues en la mayoría de los casos lo abordan con una cantidad de quejas y problemas, solicitando nuevos beneficios o que se mantengan los existentes. En conclusión varias veces se acercan a exigir, pero pocas a proponer, ofrecer y efectuar un análisis autocrítico de sus resultados. Así mismo, resulta preocupante y triste ver la ausencia de liderazgos políticos y de posiciones claras en esta materia, el país no puede reducirse a efectuar acuerdos burocráticos para garantizar gobernabilidad, sin que esto se fundamente en posiciones concretas en aspectos económicos y sociales que deben sustentar una postura firme y constructiva. Deben existir líneas rojas tanto de parte del Gobierno, de los partidos que le adhieren y de los que manifiesten su oposición.
La agenda política de los próximos cuatro años requiere una oposición seria y consolidada, así como de la existencia de nuevos liderazgos, no podemos pedirle y exigirle al expresidente Uribe que siga cargando con esta batuta, es necesario que nuevas figuras tengan la capacidad de oponerse a las propuestas que pongan en riesgo a nuestros ciudadanos en su economía, salud y pensiones y en consecuencia nuestros logros sociales, pero que también tengan la grandeza de apoyar aquellas que estén encaminadas a mejorar las condiciones de vida de los colombianos. No se trata de oponerse a todo pero tampoco de aceptarlo. Es ahí donde se observa la ausencia de liderazgo. ¿Dónde están nuestros líderes y las ideas de Estado que defienden? El país los necesita.
