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El país hoy se encuentra afrontando un temblor en el que se están sacudiendo todas las instituciones. Tiembla la libertad de prensa, la iniciativa privada, la separación de poderes, la economía, la seguridad y en general todos los cimientos de nuestra sociedad. Enfrentamos un momento de incertidumbre en el que el timonel del barco actúa de manera errática y sin rumbo.
El gobierno populista que hoy estamos enfrentando, nos hace preguntarnos por la solidez de nuestras instituciones, por la capacidad que tenemos de recoger los escombros, reordenar la casa y continuar en la senda de crecimiento y respeto por las instituciones. Esta situación nos obliga pensar en nuestro futuro y a prepararnos para qué con solidaridad y trabajo articulado entre ciudadanos, sector público y sector privado, superemos este amargo momento, nos enfoquemos en construir un ideario colectivo, en buscar una mejor calidad de vida, por generar el ambiente para que la inversión retorne y sea el motor que genere crecimiento y prosperidad para la sociedad.
Ya sabemos que este gobierno nos pone en el reto de aguantar, de soportar y de esperar cada día por una idea inverosímil y sin ningún sustento técnico. La improvisación es la regla general, no existe el mínimo análisis de impacto ni se recogen las experiencias exitosas. Sumado a lo anterior, la nula capacidad gerencial, la poca ejecución, los discursos llenos de demagogia y fantasía serán el pan de cada día durante los próximos tres años.
De todas formas, hemos visto que la mayoría de las promesas y de todos los anuncios se quedarán en simples palabras, generarán zozobra e incertidumbre pero no se materializarán en hechos concretos.
Sin embargo, ante la ausencia de liderazgo, desafortunadamente, la seguridad seguirá deteriorándose, la confrontación aumentará, la desconexión con las autoridades nacionales y locales se incrementará, afectándose así la inversión pública y privada, la realización de las obras que el país y las regiones requieren.
Adicionalmente, se profundizará la ralentización de nuestra economía, se generarán fugas de capitales y aumentará la percepción de riesgo hasta estancar el crecimiento. Como sociedad habremos perdido cuatro años y en muchos aspectos retrocederemos incluso muchos más.
Es por esto que como país desde ya tenemos que trabajar y preparar nuestras capacidades, nuestros recursos y nuestras instituciones para el día en que pase el temblor. Tenemos que enfilar nuestros esfuerzos para mostrar nuestra resiliencia e iniciar inmediatamente un proceso de reconstrucción del tejido social, reactivar las inversiones y fortalecer el sector privado. Los empresarios esta semana reunidos en la Andi deben enfilar sus baterías en planear su expansión, en optimizar sus recursos y en recuperar la confianza de sus consumidores.
El país, en las elecciones regionales de octubre, debe centrarse en elegir personas con experiencia , con capacidad gerencial y con conocimiento de lo público para que incluso ante la ausencia de liderazgo desde el gobierno nacional, tengan la capacidad para desarrollar las inversiones y obras que sus regiones y habitantes necesitan.
Desde hoy debemos pensar en el 2026, en ese nuevo gobierno que nos haga superar el tiempo perdido y los retrocesos que sufriremos. Tenemos que dejar a un lado las divisiones y los proyectos personalistas o partidarios para centrarnos en fortalecer las instituciones y las políticas que han demostrado su éxito, devolver la confianza a los inversionistas, empoderar a nuestra fuerza pública y reasumir el control del orden público, reconocer los logros que hemos obtenido, reactivar nuestra economía, defender nuestros derechos, preservar las instituciones, y de esta manera retomar el rumbo y profundizar en el desarrollo colectivo para devolverle la esperanza a nuestra sociedad, somos capaces de superar la adversidad.