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Analistas 21/04/2022

Polarizar y radicalizar, receta para fracaso

Juan Alberto Londoño Martínez
Ex viceministro de Hacienda

Cada día que pasa el país se está radicalizando más. Erróneamente las campañas y las hordas de seguidores y agresores que transitan las redes sociales han centrado sus estrategias para ganar las elecciones, en desacreditar al oponente y en endilgarle todo tipo de inconsistencias, pecados, falsedades y hasta delitos.

Ingenuamente creen que van a lograr cambiar el voto de los simpatizantes de un candidato atacándolo sin misericordia. Piensan que así van a convertirlo, como si se tratara de un proceso de evangelización, en el cual les van a revelar la verdad. No se dan cuenta de que lo único que obtienen es reafirmarlos en sus creencias y en su decisión de voto, los convencen así de estar en lo correcto y que es el miedo a que su candidato gane, el motivo de todos los ataques.

Hoy hablar de derecha e izquierda se ha convertido en un cliché que fomenta la desinformación y la polarización entre personas, se trata además de un discurso que sólo utilizan como pretexto para generar descontento social, rabia y desprecio por las instituciones. Confunden el pensamiento económico, de las libertades individuales y el concepto de autoridad y orden, con el fin de enmascarar proyectos personales de carácter mesiánico y autoritario.

Esta campaña está polarizando y fracturando nuestra sociedad al radicalizar a cada uno de los “bandos” como si se tratara de una guerra en la que debe haber vencedores y vencidos. Ninguno busca al indeciso, no se presentan opciones diferentes, tampoco se buscan puntos medios para atraer a quienes no se sienten identificados. ¿Hasta cuando vamos a seguir alimentando de odio a nuestra sociedad? No se dan cuenta los candidatos y sus seguidores, que deberían buscar puntos de encuentro, exponer ideas, programas y proponer políticas públicas que generen confianza y atraigan a quien piensa distinto para construir sobre lo que nuestra sociedad ha edificado y efectuar los ajustes y mejoras que se requieran.

El siglo de las luces y la ilustración nos dejaron los fundamentos de los estados democráticos de occidente, los principios de libertad e igualdad entre los hombres, la separación de los poderes, la construcción del contrato social y el valor del trabajo como fuente de riqueza dentro de un modelo de libertad económica. Todo lo anterior bajo el entendimiento de la necesidad de un orden preestablecido, en el que el Estado les garantice a los ciudadanos reglas de juego claras frente a los eventuales sucesos que afecten su existencia.

La propiedad privada y la libre empresa son hoy un derecho y un activo que la sociedad da por descontado, los cuales hoy más que nunca debemos proteger, en occidente nadie desconoce estos derechos y a nadie se le ocurriría que no exista la competencia en los mercados y la propiedad e iniciativa se concentre en un Estado omnipresente que ya esta mas demostrado es un gran fracaso.

Las libertades individuales, el reconocimiento de los derechos de las minorías y el ambiente, son producto de la evolución de los estados liberales en el Estado Social de Derecho, hoy su protección es un imperativo y como sociedad debemos seguir luchando para consolidar estos avances y quien gobierne debe seguir avanzando en ese sentido.

El candidato que llegue a la Casa de Nariño tiene la obligación y el deber de gobernar para todos los colombianos, tiene el imperativo de oír a quien no comparte su posición y no solo para sus electores, los cuales, por culpa de esta polarización, también se verán perjudicados y serán víctimas de las mezquindades políticas si quien pierde adopta como único objetivo el de no dejar gobernar y fomentar la insatisfacción y descontento social.

Es un imperativo proponer puntos de encuentro, reconocer el valor de la diferencia y de los logros que hemos obtenido y dejar a un lado los discursos sectarios que solo generan confrontación entre los ciudadanos, vecinos y familiares, creando además rabia e indignación, que puede llevar al país a nuevos episodios de violencia, que por años el país ha tratado de combatir.

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