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Tribuna Universitaria 28/09/2018

Decisiones

Juan Carlos Zuleta Acevedo
Consultor en Emprendimiento e Innovación
La República Más
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A lo largo de la vida, continuamente nos encontramos en situaciones en las que debemos tomar una decisión. Unas veces se tratará de temas ordinarios: qué ropa ponernos, cuál ruta tomar para ir al trabajo o qué comer al almuerzo.

Otras veces las decisiones serán mucho más trascendentes: qué carrera estudiar, si emprendemos un negocio o buscamos empleo, escoger con quién casarse o qué inversión realizar.

El mundo empresarial tampoco es ajeno a esta dinámica. Es más, existe toda una disciplina dedicada al análisis de las decisiones que constantemente se toman en las organizaciones.

Hace poco, el Dr. Luis Fernando Jaramillo, Director de Inalde Business School, mencionaba en un artículo: “La función inevitable de cualquier directivo es tomar decisiones”.

A medida que se sube en el organigrama de una empresa, también aumenta el nivel de responsabilidad, pues las consecuencias de las decisiones pueden afectar -para bien o para mal- a muchas más personas.

Con frecuencia nos enfrentamos a esta pregunta: ¿Qué es una buena decisión? La respuesta obligatoriamente pasa por el análisis del acto de decidir, que es todo un proceso y no la mera selección de una alternativa entre varias opciones.

Aquí entran en juego muchos factores: el fin que buscamos y las probabilidades de alcanzarlo, los criterios con que evaluamos las diferentes alternativas, el nivel de riesgo que estamos dispuestos a asumir, el plazo que tenemos para decidir, entre otros.

De todas formas, al ser un proceso que muchas veces realizamos de manera intuitiva -“a olfato”-, fácilmente podemos cometer errores que nos impiden conseguir el objetivo esperado.

El libro “Con la misma piedra: los 10 errores que todos cometemos al decidir”, de los profesores M. Niño y P. Maella de Iese Business School, relata de una manera amena por qué nos equivocamos decidiendo.

En primer lugar, no hay decisión perfecta y no hay nada peor que no decidir, por temor a equivocarse; esto es lo que llaman “parálisis por análisis”. Otras veces, el error radica en la precipitación con la que se decide, sin tener en cuenta todos los elementos y las posibles consecuencias de la decisión.

A veces somos poco realistas en el análisis, pues tendemos a ver las cosas como nos gustaría que fueran y no como en realidad son. También podemos caer en el autoengaño, dejándonos condicionar por el modo en que percibimos las situaciones y no generando otras alternativas.

Finalmente, no podemos eludir la responsabilidad sobre nuestras decisiones. Como lo dice el músico panameño Rubén Blades en el coro de su canción titulada igual que esta columna, en la que narra de una manera cómica y con mucho sabor, las historias de tres personajes -la exseñorita, el casanova y el borracho- que deben afrontar las consecuencias de las decisiones que han tomado: “Decisiones, cada día, alguien pierde, alguien gana, Ave María. Decisiones, todo cuesta, salgan y hagan sus apuestas, Ciudadanía”.

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