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Cuando me invitan a algún evento para hablar sobre emprendimiento y contar mi experiencia personal, siempre comienzo el conversatorio pidiendo a los asistentes que levanten la mano aquellos que alguna vez han pensado ser emprendedores. Ya no me sorprende ver tantas manos arriba; por el contrario, me parece hasta lógico.
Después de dar varias veces esta conferencia en distintos escenarios, me he dado cuenta de que las razones que la gente tiene para emprender son casi siempre las mismas: no tener jefe, mejorar el nivel de ingresos, tener libertad de horario, cambiar el mundo, innovar con un producto o servicio, generar empleo, entre otras. Sin embargo, cuando les cuento mi historia, concluyen que desconocen muchos aspectos de lo que implica ser emprendedor: efectivamente, un emprendedor no tiene jefe, pero ¿acaso los clientes no terminan convirtiéndose en los jefes? Un emprendedor supuestamente tiene libertad de horario, pero ¿no le tocará trabajar a veces los sábados, domingos y festivos para cumplir con un pedido?
Para que un emprendimiento sea exitoso es indispensable tener una buena idea de negocio, pero también es muy importante desarrollar los diferentes atributos que conforman el espíritu emprendedor. La pasión por lo que se hace, el deseo de dejar huella, la necesidad de progresar a nivel personal y de contribuir al desarrollo de la sociedad son algunos de los motores principales que siempre han impulsado el emprendimiento a lo largo de la historia.
El emprendedor debe tener creatividad, iniciativa, recursividad y ser audaz para definir metas grandes y ambiciosas, mientras balancea los diferentes riesgos que debe asumir de manera controlada, siempre considerando el sentido ético de lo que hace y teniendo presente que el fin, por muy loable que sea, no justifica los medios. Cualquier idea de negocio antiética, nunca será sostenible en el tiempo.
En el mundo del emprendimiento no existen los manuales con fórmulas prefabricadas que recomiendan qué hacer cuando surgen los imprevistos. Una de las tareas del emprendedor consiste en identificar cuáles son las peores amenazas y diseñar posibles planes de acción que le permitan sortearlas; la tolerancia al fracaso se convierte en una fortaleza cuando se acepta con humildad que el éxito de una idea de negocio depende de muchos factores y no solamente del esfuerzo personal.
Además, es difícil que una sola persona tenga todas las capacidades para emprender. De ahí la importancia del trabajo en equipo, donde los diferentes miembros no solo unen sus fortalezas para sacar adelante una idea de negocio, sino que comparten los riesgos y también las satisfacciones que conlleva su implementación.
Emprender nunca ha sido fácil ni los resultados llegan de manera inmediata, y por esto es necesaria la perseverancia para alcanzarlos. Y cuando surja la pregunta ¿emprender yo?, podemos respondernos a nosotros mismos con otra pregunta si tenemos espíritu emprendedor, una idea de negocio y un buen equipo de trabajo: ¿por qué no?