MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
Hace 14 años comencé mi empresa, Iprocom, fabricando localmente unos componentes llamados filtros deshumidificadores; todos los refrigeradores llevan uno de estos, y su función consiste en atrapar la humedad residual que queda en el sistema de ductos después de introducir el gas refrigerante.
Ofrezco disculpas a los lectores por el lenguaje técnico, pero así funcionan.
Como en cualquier negocio, también tenía competencia. En este caso, mis competidores eran chinos y producían millones de unidades para todo el mundo, mientras que yo, a duras penas, fabricaba alrededor de mil filtros al día para abastecer a mis clientes locales.
Ya se podrán imaginar las economías de escala de los chinos, la mano de obra barata y las gabelas de su gobierno contra mis bajos volúmenes de producción cargando con todos los costos fijos de la naciente empresa.
Si a esta situación le sumamos que en esa época la tasa de cambio peso/dólar llegó a rondar los $1.800, se volvió prácticamente imposible competir contra los productos importados. No hubo argumento que convenciera a mis clientes para que me siguieran comprando, dado que mi producto sencillamente era más caro que el chino.
Al final, mi empresa abandonó esta línea de producto y se dedicó a fabricar otros artículos de mayor valor agregado, y cuya barrera de entrada frente a posibles competidores extranjeros, especialmente de China, fuera más difícil de franquear. También conozco casos de empresas que cerraron.
Para nadie es un secreto que, desde mediados de los años 70, China se convirtió en la “fábrica del mundo”, cuando permitió a grandes empresas extranjeras ubicarse en su territorio y aprovechar los incentivos de ese país para fabricar productos a muy bajo costo y en grandísimos volúmenes para abastecer la demanda creciente de todo tipo de bienes a nivel global. De esta manera, el comercio mundial se volvió chino-dependiente y los países se desindustrializaron.
Y ha sido precisamente un virus “made in China”, el Covid-19, mejor conocido como Coronavirus, la falla que ha hecho tambalear el modelo chino, no solo poniendo en riesgo la salud de muchísimas personas, sino también afectando todos los sectores de la economía mundial.
A estas alturas ha habido miles de muertes y, por miedo al contagio, se han cancelado ferias internacionales, carnavales, congresos, viajes de negocios y de turismo, y un largo etcétera.
Hay cientos de miles de contenedores con mercancía procedente de China que no han podido llegar a sus destinos y que amenazan con generar desabastecimiento de productos que, a su vez, pueden ocasionar paros de plantas, despidos y pérdidas a las compañías.
Esta situación debe poner a pensar a los gobiernos y a los empresarios que vieron en China la mejor alternativa para ubicar sus fábricas y para buscar suministro de productos. ¿No será este el momento de volver a industrializar nuestros países y de hacer el esfuerzo para abastecernos localmente apoyando la industria nacional?
De esta crisis solamente saco una conclusión: lo barato sale caro y, además, puede ser perjudicial para la salud.