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“Están paradas esperando a las manos que decidan hacer andar, la neblina las rodea y las oxida y ya piensan en petrificar, las industrias, muevan las industrias”. Los fanáticos del rock en español recordarán este famoso clásico de la agrupación chilena Los Prisioneros, titulado igual que esta columna.
La industria es uno de los sectores más importantes de nuestra economía: en 2019, aportó 10,9% al PIB y generó cerca de 2,5 millones de empleos que equivalen a 11,2% de la población ocupada, según el Dane. Para reactivar la actividad económica, conservar el empleo y garantizar liquidez a las empresas, además de las medidas financieras y tributarias decretadas, el Gobierno acertadamente autorizó la entrada en operación de un buen número de industrias manufactureras, una vez implementen los correspondientes protocolos de bioseguridad definidos por el Ministerio de Salud.
Este sector enfrenta varios retos. En primer lugar, hay un fuerte estancamiento en la demanda de muchos bienes, especialmente los durables, reflejado en un balance de -23,8% en el Índice de Confianza del Consumidor (ICC) a marzo, como consecuencia de la incertidumbre generada por la crisis del covid-19. Por esto es necesario que los demás sectores de la economía, especialmente el comercio, también se reactiven lo antes posible.
Las medidas de aislamiento implicaron el cierre temporal de muchos establecimientos comerciales que hacían parte de los encadenamientos productivos y ocasionaron cambios dramáticos en los hábitos de consumo, donde pasaron a jugar un papel preponderante las compras en línea y muchas empresas -incluso aquellas que no detuvieron sus operaciones por pertenecer a sectores como alimentos, aseo y salud- se están viendo forzadas a adaptarse rápidamente a estas nuevas condiciones comerciales para atender directamente a los clientes finales, migrando de modelos de negocio B2B (business to business) a B2C (business to consumer).
El nuevo escenario económico mundial también plantea muchas oportunidades para sustituir importaciones y fortalecer la industria nacional, como respuesta al encarecimiento del dólar y a la alta dependencia de China. Hoy, más que nunca, los departamentos de integración nacional de las grandes empresas -ensambladoras de motos, carros, electrodomésticos, entre otros- deben ser conscientes de que su función no consiste solamente en cumplir con un porcentaje de costo nacional para poder certificar el origen colombiano de sus productos, sino que son responsables, en gran medida, de la recuperación económica del país, abasteciéndose localmente y generando empleo en Colombia.
La economía de un país depende de las actividades e interacciones de las personas y las empresas; por esto, no es lógico plantear una disyuntiva entre la recuperación económica y la protección de la vida: ambas se necesitan y para eso son los protocolos de bioseguridad. En cualquier caso, tendremos que adaptarnos a esta “nueva normalidad” que implica convivir con un virus para el que todavía no hay vacuna.