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Si usted recibiera la hoja de vida del joven inexperto que fue alguna vez ¿lo hubiera contratado? La respuesta de muchos, luego de visualizar en la memoria ese primer y escueto currículo, es que no. Como en varios países de Latinoamérica, las organizaciones tienen diversas dificultades para identificar el talento y el potencial de los jóvenes. La paradoja es que muchas de las empresas consideran que la formación y la experiencia de los jóvenes no coinciden con los perfiles que ellas necesitan para incorporar a sus equipos. Pero muchas no están dispuestas a darle la oportunidad para formar y desarrollar ese talento. Este panorama también es muy similar para las oportunidades de apalancar el emprendimiento de esta población.
Según el más reciente informe del Dane, al cierre de junio de 2019, la tasa de desempleo se ubicó en 9,4%. Por edades, sigue en aumento el desempleo de los jóvenes menores de 28 años, que subió 1%, ubicándose en 17,2 %. Lo que llama la atención es que el desempleo en los jóvenes casi duplica la tasa del país: cerca de 1,2 millones de colombianos menores de 28 años de edad están sin trabajo. La falta de experiencia laboral es uno de los principales inconvenientes que vive un recién graduado a la hora de encontrar trabajo y de que su hoja de vida sea valorada.
Es cierto que la tecnología y la digitalización han cambiado el tipo de perfil que necesitan las empresas. Pero no podemos cerrar las puertas sin siquiera esforzarnos en que seamos nosotros, las organizaciones, quienes podemos darles la oportunidad para que desde la experiencia desarrollen y apropien nuevas capacidades y conocimientos. Hay una brecha entre las dificultades de las compañías para encontrar los perfiles profesionales, y la oferta de jóvenes que no encuentra las oportunidades: se llama talento. No porque falte, sino porque realmente no hemos logrado definir una ecuación perfecta. Fue en 1997, Steve Hankin y Ed Michaels, en su libro “La guerra por el talento”, que analizaba la competitividad en el reclutamiento y retención de colaboradores, fue el primero en hablar del concepto. Aunque no lo definió, sí señaló que “una parte del talento elude a la descripción. Simplemente, lo reconoces cuando lo ves”. Esto no debe ser tomado tan literal. Muchos no lo están viendo.
Millones de candidatos pierden el chance de entrar a un empleo o de sacar adelante sus propuestas de emprendimiento, cuando los reclutadores le echan un vistazo a su hoja de vida o los inversionistas no logran encontrar un proyecto bien estructurado. “Sin experiencia. Sin logros. No debe tener habilidades”, pensarán. Y en ese primer contacto es donde arranca el problema. Los jóvenes esbozan datos básicos de sus requisitos académicos y llenan un formato proforma que muchos encuentran en Google. Un currículo mal estructurado puede cerrarle la oportunidad a un candidato. Un perfil mal estructurado, que acompaña un plan o proyecto de negocio, puede afectar la financiación a un emprendedor prometedor. En Colombia necesitamos nuevas herramientas para aprender a identificar el potencial de alguien. Miremos su creatividad, las habilidades comunicativas, liderazgo, mentalidad estratégica, inteligencia emocional y claro, su capacidad de inspirar y motivar.
Otro elemento es que no todos tenemos las mismas habilidades ni las mismas aspiraciones. Tanto universidades, como las empresas, tenemos que empezar a ser parte de la solución y no uno de sus cuellos de botella. Tenemos que crear el ecosistema para fortalecer los puntos frágiles y acompañar a los jóvenes a forjar aptitudes que les faciliten abrir las puertas y adoptar maneras cada vez más técnicas de poder identificar el talento y su potencial. Las nuevas capacidades de los jóvenes de hoy no las tiene aún la industria incorporada y son necesarias para el desarrollo y transformación de los negocios y sostenibilidad del país, por ello, debemos resignificar la palabra experiencia y valorar estos nuevos talentos, siendo habilitadores de su desarrollo.
En este país sobra el talento. Y nuestro compromiso desde la empresa privada es enfocar nuestros esfuerzos en fortalecer su oferta de beneficios, aliados, conexión con el ecosistema de innovación y emprendimiento, oportunidades para crecer e insertarse en el mercado laboral, entendiendo los nuevos modelos de trabajo. Tomar “aprendices” no es un riesgo, es una inversión para las compañías o emprendimientos que necesitan personas capaces con un sinnúmero de fortalezas y retos, que pueden sobrepasar cualquier expectativa si se les da la oportunidad.