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El 18 de diciembre de 2013 el comité de política monetaria de la Reserva Federal de Estados Unidos entregó su informe de rutina tras una de sus reuniones.
Hacia el final del anuncio, el comité expresó que “parece ser apropiado mantener los niveles actuales de la tasa de intervención más allá del momento en que la tasa de desempleo sea más baja que el 6,25%”. Solo en diciembre de 2015, con una tasa de desempleo de 5,6% la Reserva Federal movió su tasa de intervención.
El 14 de noviembre de 2017, Janet Yellen, gerente de la Reserva Federal en ese momento expresaba que los participantes del mercado quieren información sobre la conducción futura de la política monetaria, y que la Reserva Federal era muy cuidadosa en expresar escenarios contingentes de cómo se iba a conducir la política en el futuro cercano a luz del estado actual de la economía.
Estas declaraciones muestran una tendencia creciente. El arte del banquero central moderno va más allá de mover las tasas de corto plazo, y cada vez es más importante comunicar más y comunicar mejor sus expectativas sobre el futuro para lograr la meta de controlar la inflación y moderar el ciclo económico.
El nuevo arte de la comunicación fue consecuencia de la pérdida del arma por excelencia de la política monetaria en la gran recesión. Muchos bancos usaron todo su arsenal bajando sus tasas hasta su nivel mínimo del 0% y cuando no las pudieron bajar más, descubrieron en el habla un arma potente para guiar la economía.
Hay dos razones por las cuales hablar bastante y claro es importante. La primera es que las empresas y los hogares toman sus decisiones basados en las tasas de interés de largo plazo que determinan qué tanto invertir, contratar y gastar, pero los bancos centrales solo tienen control sobre la tasa de interés de muy corto plazo.
Comunicando que en el futuro las tasas van a ser bajas, el banquero central le cuenta al público que hay buenas razones para esperar que las tasas de largo plazo van a ser bajas también, incentivando la demanda agregada en momentos difíciles.
La segunda razón es que nadie invierte más recursos en diagnosticar el estado de la macroeconomía y en pronosticar su comportamiento futuro que el banco central.
Dar información a los actores económicos clarifica el entorno económico y permite tomar mejores decisiones, así como cuando un médico le comparte a su paciente su diagnóstico y la receta a seguir para sanar pronto.
Los bancos centrales del mundo desarrollado parecen llevarle la delantera al Banco de la República en el arte de comunicar. Entre las grandes batallas ganadas por la Reserva Federal recientemente está que toda comunicación con el público revelara la visión del comité de política monetaria y no la visión personal de sus miembros.
Desde hace tiempo la Reserva Federal publica sus pronósticos sobre la economía, revela qué miembros del comité disienten con la decisión de la mayoría, explica qué planea hacer en el futuro cercano dado el contexto económico actual, e incluso libera las conversaciones textuales de cada reunión después de un tiempo prudente.
Uno de los retos de la junta renovada del Banco de la República debe ser imitar la obsesión y la disciplina que tienen los banqueros centrales de otras latitudes con el arte de la comunicación. Va a ser crucial en los momentos de vacas flacas y tenemos mucho por aprender.