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Analistas 08/06/2021

Por un Estado minimalista

Juan Diego Martínez
Socio del Área corporativo, Fusiones y adquisiciones y Planeación patrimonial Serrano Martínez
Analista LR

Mies van der Rohe, uno de los maestros de la arquitectura moderna y último director de la escuela de diseño y arquitectura Bauhaus (bastión de la reconstrucción de Alemania tras la primera Guerra Mundial), acuñó una frase que caracterizaría el movimiento artístico minimalista: “Menos es más”.
Un poco antes que él, Adolf Loss, en su ensayo “Delito y Ornamento” (1908), diría que “la evolución de la cultura marcha con la eliminación del ornamento de los objetos útiles”.

El Pabellón Alemán en Barcelona (Mies van der Rohe/ 1929) o, más recientemente, las obras de los portugueses Álvaro Siza y Aries Mateus, o del japonés Tadao Ando, son bellas expresiones de ese minimalismo arquitectónico donde prima lo esencial sobre lo ornamental.

Pero el minimalismo no se ha limitado al arte o a la arquitectura, sino que ha trascendido, en los últimos tiempos, como un movimiento casi filosófico que propugna por desprendernos de las cosas inútiles para concentrarnos en lo realmente esencial e importante (aquello que poseemos nos termina poseyendo).

Quizás este momento de crisis económica, política y social sea la oportunidad para que transformemos el tradicional enfoque maximalista del Estado (donde cada año se incrementa el gasto público y se expiden infinidades de normas y regulaciones) por uno minimalista donde prime lo útil sobre lo inútil u ornamental.

En ese frente, algunos países han avanzado en aplicar el principio minimalista a la regulación. Por ejemplo, el Reino Unido expidió en 2015 una ley de desregulación (Deregulation Act) cuyo fin fue eliminar normas sin uso práctico, así como reducir cargas a las empresas o individuos derivadas de normas o regulaciones. Bajo esa política, se impulsó la regla one-in, two-out, según la cual, para poder expedir una nueva regulación. (i) Se deben identificar dos regulaciones previas objeto de eliminación (ii) El costo de la nueva regulación debe compensarse con los costos que generaban las dos regulaciones a eliminarse (el Gobierno de EE.UU. adoptaría una política similar mediante la expedición de una orden ejecutiva en 2017).

En el caso de Colombia, la Imprenta Nacional ha contabilizado desde 1864 y hasta 2014 más de 72.600 normas vigentes de rango legal. Si tenemos en cuenta las normas con rango inferior, probablemente el número de normas vigentes sea 10 veces mayor (o incluso más).

Lo anterior es la mayor expresión de un Estado maximalista. Un Estado lleno de normas inútiles que generan enormes costos y cargas a los ciudadanos y al mismo Estado.

A pesar de algunas insuficientes iniciativas de depuración legislativa como la recientemente expedida Ley 2085 de 2021, es necesario que el Estado colombiano adopte rápidamente una regla similar a la one-in, two-out. Lo anterior, además de reducir costos y cargas a los ciudadanos, nos permitirá desprendernos de lo inútil para concentrarnos en lo importante.

La respuesta a la coyuntura no es expedir más normas ni incurrir en más gastos y costos, es reducirlos y priorizarlos. Desprendernos de lo ornamental para enfocarnos en lo esencial. “Menos es más”. Por un Estado minimalista.

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