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Llena de satisfacción la culminación del Túnel de La Línea, inaugurado el pasado 4 de septiembre como la megaobra que conectará de manera más rápida y segura el centro y el suroccidente del país, por todos los beneficios que de ello se deben derivar.
Siendo uno de los retos de ingeniería más grandes y costosos en los que Colombia se haya adentrado, son sensatos los debates actuales, y es clave aprender de los errores para que no se vuelvan a cometer y aprovechar los beneficios de esta obra para el país, sobre todo, para una zona tan vital y necesitada de desarrollo y atención como Buenaventura, y en general las poblaciones del Pacífico.
La difícil composición geográfica de nuestro país, unida a las limitaciones históricas producto de la infraestructura insuficiente, entre otras razones, nos han mantenido parcialmente separados, generando costos económicos y sociales muy altos.
El Túnel de La Línea, con 8,6 kilómetros, el más largo de América Latina, contribuye a acercar más nuestras regiones. Permitirá un ahorro de al menos 50 minutos en el trayecto, incrementar la velocidad en la vía de 18 Km/h a 60 Km/h; generará US$77 millones adicionales al año en materia comercial y turística, y será de gran beneficio para el transporte de carga, de pasajeros y la agroindustria.
Esta mejor conexión con el centro del país genera gran expectativa en torno a las transformaciones y beneficios que traerá para Colombia, y más importante aún en lo que puede significar para Buenaventura y la región Pacífico, que requiere de manera urgente que el país vuelque sus ojos a ella y a su población con tantas necesidades, para que reciba, ojalá, en el corto, mediano y largo plazo el impacto positivo de esta obra.
La competencia actual en el mundo exige tener puertos que ofrezcan condiciones favorables a los diferentes actores del comercio internacional, que lleven a las ciudades situadas en los mismos a alcanzar mejores niveles de desarrollo. Tanto América Latina como Asia, que tienen apuestas en la cuenca del Pacífico, han entendido la necesidad de tener ciudades desarrolladas en el litoral, deuda que tiene Colombia, pues en Buenaventura, municipio que además ocupa 30% del departamento del Valle del Cauca, el 80,6% de la población es pobre y el desempleo es superior a 50%, lo que se suma a los problemas multidimensionales que afectan esta región.
Buenaventura y su nodo portuario mueven alrededor de 50% de la carga de comercio exterior, y el puerto hace que Colombia tenga gran importancia en la cuenca del Pacífico, pues la ubicación estratégica de Buenaventura permite la conexión con cerca de 300 puertos en el mundo y mejores precios de negociación en transporte marítimo.
El Ministerio de Transporte hace poco inició nuevamente obras en la doble calzada Buga - Buenaventura y para este año anunció un paquete de inversiones para mejorar la competitividad en el puerto de Buenaventura en obras de vital importancia como la profundización del canal de acceso, necesaria para la competitividad del Valle y de Colombia en el transporte de carga internacional y poder reaccionar ante el fortalecimiento de puertos que han entrado recientemente en operación como el de Guayaquil.
Buenaventura es nuestro puerto en el Pacífico colombiano. Su población también precisa de generación de empleo, educación, optimización de servicios públicos y la construcción de tejido social, por lo cual necesitamos dar un giro de 180 grados y ver al Pacífico como ese mar de oportunidades que impulsará los cambios y acelerará el anhelado desarrollo de esta región.