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La educación virtual ha venido ganando terreno en los últimos años a nivel mundial, gracias a sus evidentes ventajas en términos de precio e innovación tecnológica puesta al servicio de un aprendizaje más didáctico. Sin embargo, esta alternativa para la educación formal en nuestro país se percibía un escalón por debajo de la opción presencial.
Con la llegada de la pandemia nos vimos obligados a implementarla inesperadamente con escasa o nula preparación para las instituciones y los estudiantes. Si bien hemos observado una rápida respuesta tecnológica por parte de colegios y universidades, en donde hay bastante espacio para crecer por parte de los docentes, el gran reto está en el aprovechamiento del estudio online por parte de los estudiantes.
Son muchos los cambios que la educación virtual propone, exigiendo nuevas destrezas para lograr obtener nuevos conocimientos. Dejando de lado los tecnicismos relacionados a la conectividad y condiciones del lugar de estudio, debemos enfocarnos en aspectos como la concentración, comprensión de lectura, organización e interés que demuestre cada persona a la hora de enfrentarse a las actividades cotidianas derivadas de esta modalidad.
La concentración representa un gran obstáculo para el público infantil, sin hablar de los preescolares, para los que este formato requiere de apoyo permanente, pues están desarrollando esta habilidad y sus tiempos de atención todavía están muy distantes de los que se proponen en la mayoría de los colegios.
Sin embargo, para muchos jóvenes y adultos la capacidad de mantener el interés en un tema y lograr concentrarse por prolongados espacios de tiempo representa una gran dificultad y una de las principales causas por las cuales no logran sus objetivos académicos.
Respecto a la comprensión de lectura, en la alternativa virtual aumenta la cantidad de contenidos para acompañar satisfactoriamente la velocidad con que son transmitidos los conocimientos, con lo cual se hace necesaria la capacidad lectora que, además de entender lo leído apoya su ejecución en tiempos establecidos.
Por otra parte, el aprendizaje online no cuenta con el apoyo permanente de colegas para recordar las tareas pendientes o motivar su realización, lo que determina un nivel mayor de autogestión por parte del estudiante. Podría pensarse que la educación virtual traslada toda la responsabilidad sobre el aprendizaje al alumno, y que este debe contar con algunas capacidades que le permitan dar cuenta de ellas de manera autónoma e independiente.
Cabe entonces a instituciones y a padres de familia hacer un alto en el camino, otorgar la importancia que merecen estas habilidades blandas y establecer estrategias para su desarrollo por encima del aprendizaje de contenidos y el cumplimiento de un pénsum.
Brindar la oportunidad de que los niños desarrollen la concentración, adquieran una elevada capacidad lectora y fortalezcan su autonomía redundará en mayores beneficios académicos y les servirá en todos los ámbitos de su vida.