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La doctora Mazzucato, en su libro ¨El valor de las cosas¨, plantea dos problemas: las actividades de las empresas productivas y de otras; las primeras, según ella, producen valor y las segundas son extractivas o destructivas de valor. Con el fin de fundamentar ¨el trabajo productivo¨ para sus políticas económicas, trata de encontrar un apoyo objetivo en las doctrinas económicas, que versan sobre ¨el valor¨. En su búsqueda, expone una historia esquemática e insuficiente de las teorías, desde ¨los mercantilistas¨ hasta los ¨neoclásicos.
En el saber económico hay 3 enfoques principales qué buscan la determinación de los precios. La primera es la de la economía clásica, la de la teoría objetiva, basada principalmente en el trabajo, corresponde al paradigma del siglo XIX (el ¨episteme¨ de Foucault). La segunda, es la teoría subjetiva, que se basa en la satisfacción por parte del individuo consumidor. Y la tercera es la del costo de producción, teniendo en cuenta además la escasez y las decisiones de los agentes en los mercados; los mercados jamás deciden, cómo se dice, pues son siempre los agentes los que deciden en el interior de los mercados.
La doctora Mazzucato toma partido por la teoría objetiva del valor clásica. Sin embargo, allí solo es Marx el que postula el trabajo como valor absoluto. David Ricardo, en su último trabajo (1823), llega a la conclusión de lo que determina a los precios se encuentra en función del trabajo y el capital. El trabajo no es un valor absoluto. Pero ¿porque Marx sostiene esa tesis? Él necesita de esta teoría para poder mostrar (no demostrar) su concepto central: el de la plusvalía.
Parte de un postulado: el tiempo de trabajo disponible en toda comunidad, esa es la fuente del valor, la sola y única causa; entonces cómo el valor agregado, por un lado, está constituido por los salarios, la ganancia y la renta, mientras que por el otro, es sólo el tiempo de trabajo, de ahí se deduce que el excedente (la ganancia y la renta) restando los salarios de los trabajadores, no puede ser sino trabajo no pagado, trabajo apropiado por los capitalistas y terratenientes, es decir se da la plusvalía, proceder tautológico cuya deducción se encuentra implícita en el postulado inicial, como punto de partida; empero esta abstracción no es más que un desmembramiento de la organización de la producción, una abstracción monista impropia, que excluye del valor los recursos naturales agotables y la tecnología.
La señora Mazzucato se queda entonces sin fundamento del valor y máxime cuando quiere apoyarse en la concepción clásica del trabajo productivo como actividad y proceso, pero en la teoría de Marx, el sólo trabajo productivo que cuenta y que excluye el de los demás servicios (profesores, jueces etcétera) corresponde al de la producción de plusvalía, derivada de su postulado, la ganancia es plusvalía, trabajo no remunerado, trabajo no pagado. El trabajo productivo de la Mazzucato, por lo tanto, queda sin sustento.
Respecto al sistema financiero su posición es ambivalente: transfiere valor o extrae. Curioso, porque el sector financiero produce valor, crea dinero, que expresa y representa siempre el valor Pero ¿qué es el dinero? El dinero es una especie de lenguaje que permite la comunicación, la información, entre los agentes en el intercambio de bienes y servicios; es fundamental. Además, el dinero es lo que vale objetivamente, instituido por el poder del ¨soberano¨. Permite la unidad de cuenta, es el medio o instrumento de cambio y representa un poder de disposición sobre los bienes económicos, además de conservar el valor. El dinero vale; tiene valor por conveniencia social. Con el dinero se estima los valores de cambio de las mercancías, precios. Para el sector bancario, constituye la materia prima, vincula el ahorro con la inversión, crea valor: poder de disposición, mediante el ¨encaje¨; financia la innovación (Schumpeter). Es pues un sector productivo fundamental, juicio que a veces, la Mazzucato, se niega aceptar.
El resto, la crítica en la era de la financiarización, que descansa en una axiología moral y política, es pertinente frente a los excesos de poder de las empresas e instituciones económicas y que requiere de una intervención gubernamental. Hasta el profesor Fukuyama., inclusive, realiza ese tipo de crítica, pero para ello no se requiere acudir a las categorías económicas del valor de las cosas, cómo busca insistentemente la doctora Mazzucato.