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No me estoy refiriendo a la famosa película de George Clooney de principios de siglo si no a otra, también destacada, a la que le están preparando una secuela. Para hacer memoria sobre esta historia imaginen que les proponen un negocio. La compra de un carro. El comprador lo pretende en buen estado, con sus piezas completas y con sus papeles al día. El vendedor pide mucho más de lo que realmente vale, pero sabe que el comprador está desesperado por tenerlo.
Esto le da al vendedor poder de negociación que obviamente aprovecha para pedir un precio alto y de paso, para dilatar la negociación. El comprador le pregunta a su familia que opina del negocio y estos, al conocer el precio, advierten al comprador que lo van a tumbar. El comprador no hace caso y termina haciendo el negocio de todas maneras. Llega el día del cierre. El comprador gira el precio, pero el vendedor no aparece con el carro.
Esto es lo que pasó con el fallido negocio de paz que adelantó el ex presidente Santos con las Farc. El gobierno estaba desesperado por hacer el negocio. Las Farc lo sabían así que pidieron mucho a cambio de muy poco. Y lo poco que ofrecieron, para rematar, no lo entregaron. Pidieron excarcelación, curules, recursos y justicia a la medida, a cambio de desmovilización, entrega de armas, verdad, reparación y la promesa de no volver a delinquir. Ocho años después no han dicho la verdad, no han reparado a nadie, no entregaron todas las armas y peor aún, muchos siguieron narco traficando y matando. Conclusión, nos timaron y estamos igual o peor que antes.
No es culpa de las Farc. Ellos la tenían clara. Lo suyo es el narcotráfico y no la justicia social como algunos incautos siguen creyendo. La culpa es del gobierno de turno que no se si por ingenuidad, vanidad o necedad, llevó a cabo un negocio espurio a pesar de que la mayoría de los colombianos se olieron el fraude y recomendaron no llevarlo a cabo. El mayor desacierto de esa negociación fue que no abordó la raíz del problema que es el narcotráfico. O peor aún, lo abordó, pero para conceder que no habría aspersión aérea, que está demostrado es el único método que realmente funciona para erradicar grandes extensiones de coca.
Ahora bien, la mata de la estupidez, o de la complicidad, es que al gobierno actual se le dé por hacer caso omiso de la estafa anterior y esté dispuesto a negociar nuevamente con los mismos que lo burlaron. Así como lo oyen, el gobierno Petro acaba de arrancar a negociar con la denominada Segunda Marquetalia, las mismas Farc con otro nombre. Cómo serán los mismos que dentro de los negociadores del grupo narco se encuentra otra vez Iván Márquez. Varios exnegociadores de Santos han advertido que no se puede negociar con este grupo, o por lo menos con algunos de sus miembros, porque el acuerdo explícitamente advirtió que los que volvieran a delinquir perderían todo beneficio jurídico.
Además de que es una afrenta a la dignidad de Colombia volver a negociar con quienes nos engañaron, yo me pregunto: ¿Qué vamos a negociar? ¿Qué podríamos entregar ahora si ya dimos todo lo que se puede entregar a unos delincuentes? La respuesta nos la acaba de dejar entrever nuestro flamante ex canciller Leyva: una constituyente. No nos bastó con acomodar la legalidad y la justicia una vez. Ahora vamos a entregarles nuestro estado de derecho.