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Analistas 25/05/2023

Nostalgia revolucionaria

La izquierda latinoamericana posee una nostalgia revolucionaria llena de anacronismos. Todavía siguen añorando refundar la patria a través de constituyentes o de frenesíes reformadores, que no buscan mejorar lo existente, sino hacer un borrón y cuenta nueva.

Como si todo lo que se hubiera hecho hasta ahora no sirviera para nada. No hay si no que ver la fallida constituyente de Chile y la ‘reformitis’ aguda del actual gobierno colombiano. No olvidemos que Marx consideraba que la revolución proletaria no podía ser una reforma del sistema actual, sino que debía ser una transformación radical con la destrucción de las estructuras económicas, políticas y sociales imperantes.

Un primer anacronismo es el concepto de la guerra de clases y de la explotación del trabajador. Idea está que tiene implícita la noción de ‘juego de suma cero’, esto es, si el empresario adquiere algo debe ser porque se lo quitó a alguien. Siguen pensando que estamos en la Inglaterra de la revolución industrial donde Marx desarrolló sus teorías.

El izquierdo latinoamericano no se ha dado por enterado que el empresario moderno, en su mayoría, cuida e incentiva a sus trabajadores. No solo por razones de responsabilidad social, sino porque hay una competencia por el talento y si la gente no se siente bien remunerada y bien tratada, simplemente se va. Por eso no me sorprenden las recientes encuestas que sitúan a las empresas con un alto índice de popularidad entre los colombianos.

Otro anacronismo es la idea de que el Estado debe controlar o influir sobre amplios sectores de la economía. Como si el Estado fuera un ente infalible con una inteligencia superior. Por eso quieren estatizar la salud y andan predicando que hay que reindustrializar al país. No reconocen que el aseguramiento privado logró que nuestro sistema de salud sea valorado a nivel mundial y que tenga una alta aprobación entre los ciudadanos. Tampoco se han dado cuenta que el dirigismo económico nunca ha salido bien. El capital va ir hacia donde consiga mayores retornos, no donde el Estado diga que debe ir.

Ni hablar de su gusto por las nacionalizaciones, como pasó hace unos años en Bolivia con el gas y ahora en Chile como propone Boric con el litio. Los nostálgicos siguen pensando que los recursos naturales deben ser explotados por el Estado, a pesar de los múltiples ejemplos de ineficiencia y corrupción en empresas públicas de la región.

Tal vez el peor de todos los anacronismos es el de la combinación de las formas de lucha. Lenin decía que para alcanzar sus objetivos estratégicos el proletariado debía acudir a todas las formas de lucha, priorizando aquellas que por el contexto político y la correlación de fuerzas fueran las más idóneas. Por eso, a las izquierdas de la región les cuesta tanto condenar los crímenes de las guerrillas y de las primeras líneas. El revolucionario de pura raza cree que si no se puede por las buenas, toca por las malas.

Ya instalados en el poder siguen con la idea maquiavélica de que el fin justifica los medios. Es así como el presidente nos advierte que si el congreso no le aprueba sus reformas, entonces nos va a mandar el pueblo a la calle a presionarnos. Al mismo tiempo, seguirá insistiendo en el congreso, pero ya no con los partidos, con los que se ha distanciado, si no congresista por congresista con ingentes cantidades de mermelada.

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