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Hace poco, leyendo sobre tendencias me encontré que América Latina es considerada una región innovadora en el mundo de la tecnología por las plataformas de educación. Si bien he visto con admiración desde hace años la evolución de servicios como Platzi, no tenía claro que fuera realmente un elemento distintivo de los latinos y menos que fuera un caso de estudio en el mundo. Según la Asociación de Capital Privado de América Latina (LAVCA), las inversiones en proyectos de tecnologías de la educación (conocidas como edtech) crecieron un 146% desde 2020.
El caso colombiano de Platzi o HackU son reconocidos globalmente. Pero también lo es Bettaself de Brasil. Se calcula en más de 20 otras más pequeñas que han recibido al menos medio millón de dólares de capital cada una. En general, son plataformas que han logrado desarrollar formas intuitivas de aprender, que hacen que el conocimiento se relacione con los estudiantes de la misma manera que consumen los contenidos.
Es el caso de Bettaself que emula las redes sociales haciendo que el aprendizaje se relacione con las nuevas generaciones de manera más natural. Si mucho tiempo se dijo que éramos la región o una de las regiones que más crecía en la adopción de aplicaciones como Facebook o TikTok, es muy buena noticia que hayamos logrado transformar ese lenguaje en una forma de pedagogía.
Ahora, lo que me parece importante aquí es realmente entender qué tanto esta capacidad de educación puede transformarse en una herramienta de desarrollo para América Latina. Tener los talentos formados nos tendría que ayudar a ganarnos un espacio destacado el futuro de la industria tecnológica global. Platzi, por ejemplo, con sus cursos de programación o de desarrollo web ha logrado formar no solo futuros empleados sino empresarios. Según un reporte de Bloomberg, los estudiantes de Platzi han creado más de 40 startups, la mitad de las cuales han recibido capital de la prestigiosa aceleradora Y Combinator.
Y la razón fundamental de este logro, es que estas plataformas no replican la educación tradicional, cuya función fundamental siempre se entendió como ofrecer conocimientos. Por el contrario, en muchos de estos modelos de ‘edtech’ la prioridad está en el sentido de generar comunidad. Lo cual conecta muy bien con la manera como las nuevas generaciones ven la creación de empresas: proyectos productivos en los que todos pueden y deben ganar. Aprender y trabajar, aprender y crear, aprender y emprender son la forma de entender hoy la educación con las potencialidades infinitas de la tecnología.
Es muy valioso, además, como estas plataformas inspiran a sus estudiantes para que vean las oportunidades de crear empresa y de asociarse para ofrecer soluciones al mercado. Más que un contenido educativo es casi un modelo de pensamiento. Me atrevería a decir que incluso un modelo ideológico. Y eso es fundamental para el futuro de América Latina. Como muchos lo han dicho, y como tantos insisten por estos días, si las nuevas generaciones no entienden el valor de la creación de riqueza a través de modelos empresariales (sean éstos tradicionales o innovadores) pero en todo caso capaces de crear valor, se estará poniendo en riesgo el futuro de la economía y hasta la propia supervivencia de la democracia. Bien por estas ‘edtech’ que están creando futuro para la región latina y para su talento más joven.