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El mundo está sorprendido con el crecimiento vertiginoso del fenómeno Greta Thunberg, la niña que con 16 años ha puesto a su generación a marchar en contra del cambio climático. Su forma de hablar y su actitud rompe muchos esquemas de lo que esperaríamos de un líder de su edad. No hay un caso comparable en la historia de la humanidad sobre el nivel de atención que Thunberg ha logrado desarrollar en tan poco tiempo. Hemos conocido figuras de la música, el cine o el deporte que han logrado conocerse globalmente en poco tiempo. El caso de Thunberg es diferente y, por esto, podemos aprender mucho sobre su estilo de liderazgo.
Thunberg hace parte de la Generación Z o Centennials, que son aquellos nacidos a partir del año 2000. Como bien sabemos, son una generación cuyos comportamientos están basados en el pragmatismo. Saben que el mundo no es un lugar perfecto ni lo será nunca. Su infancia transcurrió durante la crisis de 2008, con lo cual vieron de cerca lo que significa perder el empleo, los ahorros o la casa. No son para nada idealistas como los Millennials y saben que las cosas se consiguen con el trabajo de cada uno.
Pero hay otro componente esencial que define el liderazgo de Greta Thunberg y es el síndrome de Asperger, un trastorno en el desarrollo que se considera “primo” del autismo, con el que ella ha sido diagnosticada. Esta condición puede tener algunas implicaciones en la interacción social así como una inflexibilidad en la forma de pensar y ver los problemas. Pero estamos en un mundo en el que una condición como esta, representa una gran ventaja. Quienes poseen este síndrome han sido altamente valorados por muchos años en Silicon Valley, por ejemplo, donde incluso se ha acuñado el término “neurodiversidad” como un factor de éxito para las compañías.
El nuevo liderazgo es diverso: otras nacionalidades, razas, idiomas y estilos de vida. No esconde las diferencias, sino que se apoya en ellas. Por eso la autenticidad es fundamental en cualquier líder del siglo XXI. La misma Greta Thunberg lo dijo en un tweet refiriéndose a su condición: “Algunas veces soy diferente de la norma. Y, cuando las circunstancias son correctas, ser diferente es un súper poder”. Thunberg, además, es consecuente con la causa que promueve (otro factor que reafirma su autenticidad): viajó desde Europa a Estados Unidos en un bote para no incrementar la huella de carbono que producen los aviones.
Pero quizás el factor más interesante en el liderazgo de Thunberg tiene que ver con su estilo en el cual ha logrado sorprender al mundo. Lo que cualquiera hubiera esperado sería la chica adolescente que con un tono tierno conmueve al mundo sobre el cambio climático y pide un futuro para ella y para su generación. Pero no es así. Ella habla de muerte y destrucción, al punto que John Mollusk, un músico norteamericano convirtió sus discursos en una canción de ‘death metal’.
Pragmatismo, diversidad, autenticidad y la capacidad de romper los esquemas son tal vez los cuatro elementos claves de ese liderazgo que comenzaremos a ver con más fuerza en la política, en el ámbito empresarial y en la cultura. Ese es el liderazgo que conecta con los Millennials y con los Centennials, que sumados alcanzan a ser 57% de la humanidad. Así que, al menos por mayoría, tienen todas las posibilidades de instaurarlo.